Biografías de divorcio de mujeres y hombres. Miradas cruzadas, por Montse Solsona i Pairó

Este texto se enmarca en una investigación biográfica cualitativa realizada en España en la primavera de 2008 sobre trayectorias familiares después del divorcio de mujeres y hombres con hijos previos. Después de explicitar mi perspectiva de análisis (relaciones de género), y de referirme brevemente al análisis demográfico del divorcio, expondré el diseño metodológico de la investigación cualitativa, las narraciones de las mujeres y los hombres sobre su propia experiencia de la ruptura y la post ruptura, buscando las diferencias y las similitudes entre los dos colectivos, y cruzaré sus miradas, o sea de qué manera las mujeres se refieren a la biografía de los hombres en sus relatos, y viceversa, cómo los hombres explican las biografías de las mujeres. Mi objetivo final es identificar herramientas útiles.

Mi perspectiva de análisis: biografías de divorcio y relaciones de género. Esta investigación quiere responder a la pregunta siguiente: ¿hombres y mujeres siguen caminos diferentes después de una ruptura de una unión? Y en caso afirmativo ¿Por qué? Según las interpretaciones demográficas convencionales es el régimen de custodia de los hijos el que marca las diferencias en las trayectorias familiares post divorcio. En una situación en la que las mujeres quedan a cargo de los hijos habidos en la unión que se disuelve, estás no gozan de las mismas oportunidades de acceder de nuevo al mercado matrimonial, sólo los hombres tienen oportunidad de casarse de nuevo y formar una nueva familia. Veremos si las evidencias encontradas en nuestro trabajo de campo dan crédito a esta afirmación.


Esta investigación quiere responder a la pregunta siguiente: ¿hombres y mujeres siguen caminos diferentes después de una ruptura de una unión? Y en caso afirmativo ¿Por qué?


Mi perspectiva de análisis de las biografías de divorcio y post divorcio, de entre otros muchas posibles, es la perspectiva de género, la cual analiza las posibilidades vitales de las mujeres y los hombres: el sentido de sus vidas, sus expectativas y oportunidades, las complejas y diversas relaciones sociales y familiares que se dan entre ambos sexos, así como los conflictos institucionales y cotidianos que deben enfrentar y las maneras en que lo hacen.

Mi hipótesis de partida es que en la forma de vivir y gestionar el divorcio, como nudo biográfico, existen elementos comunes al conjunto de los hombres y al conjunto de las mujeres, como reflejo del sistema de género dominante en España en las tres décadas últimas, período en el que se despliegan las veintiséis biografías de divorcio que conforman el corpus textual de mi investigación, pues sus protagonistas son personas nacidas en torno los años cincuenta. Además, en cada caso particular, espero que las relaciones de género mantenidas entre los cónyuges en el post divorcio sean una extensión o un reflejo del contrato de género existente en el seno de la matrimonio.

Un sistema de género, en los términos de Gayle Rubin (1975), se define por un conjunto de condiciones y expectativas que en una sociedad definen lo masculino y lo femenino a través de la división de competencias y responsabilidades, la atribución de los derechos y los deberes. En consecuencia crea desigualdades en términos de poder, autonomía y bienestar, típicamente en desventaja para las mujeres. Algunas de las expectativas más internas del sistema de género son fuertemente reforzadas por el Estado y la comunidad, y a través de las sanciones informales por la vecindad, los parientes y el grupo de pares. El concepto del sistema de género es por naturaleza multidimensional. A causa de su complejidad no puede ser descrito con una sola medida y, además, la estratificación de género y la distribución de roles varían en función de la clase social, de la esfera institucional y a lo largo del ciclo de vida. Las dimensiones más importantes son: la familia, la comunidad, el mercado y el Estado. El concepto de sistema de género surgió en el ensayo de Gayle Rubin, publicado en la primera antología de la antropología feminista en los Estados Unidos en 1975. La categoría fue incorporada y ampliamente utilizada por las feministas norteamericanas en sus escritos en la década de los setenta, y más tarde por algunas demógrafas en los años ochenta y noventa, por Karen Mason (1995) y Antonella Pinelli (1998) entre otras.


Algunas de las expectativas más internas del sistema de género son fuertemente reforzadas por el Estado y la comunidad, y a través de las sanciones informales por la vecindad, los parientes y el grupo de pares.


El sistema de género en un momento histórico determinado se operacionaliza por medio del contrato de género, el cual según la propuesta de la historiadora sueca Yvonne Hirdman (1998) incorpora el papel de las instituciones (familia, mercado de trabajo, Estado, sindicatos, organizaciones empresariales) en la definición de los roles y las relaciones de género. Esta autora distingue tres formas de contrato:  de familia, de igualdad y de igual estatus.

En el contrato de familia hay una división de roles clara i rígida: trabajo productivo para los hombres y reproductivo para las mujeres; en el contrato de igualdad, las mujeres se incorporan al mercado de trabajo sin abandonar ni apenas compartir el trabajo reproductivo que goza de menor valoración social; y en el contrato de equidad, la diferencias entre el trabajo productivo y reproductivo no entrañan una jerarquía en el valor que se le asigna, lo cual solo se puede alcanzar si existe una armonía total en el grado de equidad alcanzado en las diferentes instituciones sociales. Es decir, si hay equidad en el sistema educativo, pero no la hay en el mercado de trabajo, las relaciones de género en el seno de la familia, entre los miembros de pareja, difícilmente serán equitativas.

El contrato de género dominante cambia a lo largo del tiempo en respuesta a los movimientos sociales (y a las políticas públicas). En el caso de España, como en el de Suecia, el rol de las mujeres en las familias y en el mercado de trabajo ha cambiado en el tiempo y es diferente según los grupos sociales. Para el objeto de nuestro estudio, las relaciones de género en el ámbito de las parejas con hijos, antes y después de la ruptura de la unión, interesa tener presente que el contrato de género dominante en la España en el periodo en el que nuestros biógrafos y biógrafas constituyen sus uniones y familias, es aún el contrato de familia, si bien para el grupo social al que pertenece nuestra muestra, al tratarse de personas con niveles de instrucción elevados y económicamente independientes, el contrato de igualdad debería ser el referente, e incluso con cierta tendencia hacia un contrato de equidad o igual estatus. En este último caso, si el trabajo productivo y reproductivo es compartido entre los padres y las madres de forma equitativa en el seno de la unión, también debería serlo en el post divorcio. El divorcio desde la demografía y las regularidades estadísticas Desde la demografía, hemos venido abordando el estudio del divorcio desde una perspectiva cuantitativa, para establecer la importancia del fenómeno y para determinar las regularidades estadísticas desde una perspectiva de género y de cambio generacional. De esta manera, ilustramos la evolución creciente del divorcio en España en el contexto europeo, desde la aprobación de la ley vigente de 1981 (reformada en 2005 para agilizar el proceso legal de ruptura) hasta la actualidad.

Al inicio de este período España se alineaba con los países mediterráneos con las tasas más bajas (1 de cada 10 matrimonios acababa en divorcio), y más recientemente, se sitúa coyunturalmente en primer lugar del ranking europeo junto con Bélgica (con 7 divorcios por cada 10 matrimonios) como resultado de la citada reforma, si bien ya en el 2009 se inicia una ligera tendencia a la baja.

Por medio de modelos estadísticos de regresión no demasiado sofisticados, se han identificado los llamados factores determinantes del divorcio y sus consecuencias. Respecto a los factores determinantes, además de aquellas circunstancias que se dan también en la mayoría de los países occidentales (edad joven al matrimonio, precedente de divorcio de los padres, residir en una gran ciudad, etc.), en el caso de España, la posición en el mercado de trabajo juega, un papel inverso para cada colectivo: las mujeres en buena posición se divorcian más que el resto, y los hombres en peor situación también. Respecto a las consecuencias, se han venido describiendo los patrones de género más frecuentes de las trayectorias familiares después de un divorcio, y se ha argumentado que los hombres se casan más que las mujeres, y con frecuencia lo hacen con mujeres más jóvenes que no han estado casadas o unidas, porque después de un divorcio los hijos suelen quedarse con las madres, con lo cual éstas tienen más restricciones para estar presentes en el mercado matrimonial y establecer nuevas relaciones sentimentales. Las cifras para España son las siguientes: en 2009 en la mayor parte de las rupturas matrimoniales (53,6%) había hijos menores de edad, y la custodia de estos hijos fue otorgada a la madre en el 84,0% de los casos, al padre el 5,6% y fue compartida por ambos cónyuges en el 9,7%. Si bien esta última cifra es muy reducida, desde el año 2005 se ha producido un incremento notable al pasar de un 2% a un 9,7%.

La dinámica de género de segundas uniones se refleja en la población de la mayoría de los países con un desequilibrio entre los efectivos de divorciadas y divorciados: En Cataluña hay 145 mujeres por cada 100 hombres divorciados. La interpretación habitual de este desequilibrio desde el análisis demográfico apela, tal como acabo de decir, a la mayor propensión (mayor intensidad y calendario más temprano) de los hombres a contraer una nueva unión matrimonial (y también a tener hijos de esta nueva unión). Según datos de las Encuesta de Fecundidad, Familia y Valores de 2005, en España cinco años después de la ruptura el cincuenta por ciento de los hombres se habían vuelto a unir de forma estable, mientras que las mujeres a igual duración solo lo habían hecho tres de cada diez, y unas pocas más en los años siguientes, sin alcanzar en ningún momento el cincuenta por cien, ni siquiera trece años después de la ruptura. Los hombres que se casan en segundas nupcias lo hacen con mayor frecuencia con mujeres solteras, y tienen hijos en el seno de esta nueva unión; mientras que en el caso de las mujeres divorciadas es más frecuente la unión con hombres también divorciados.

Por tanto, en España en el post-divorcio se da un patrón diferencial por género (aunque en otros países europeos encontramos situaciones bastante diversas). En general, nuestras descripciones son correctas, la ley de los grandes números nos avala, pero las explicaciones que construimos en nuestro laboratorio demográfico, a pesar de hablar implícitamente de factores determinantes, con lo cual apelamos a relaciones causales, muy probablemente no pueden abarcar la complejidad del proceso de ruptura de una unión. Por otra parte, sin haber preguntado a los propios protagonistas, es muy probable que nuestras interpretaciones reflejen las prenociones que tenemos respecto a los roles de género, sumándonos a la inercia propia de nuestra disciplina. Por ello, para completar y matizar nuestro análisis previo considero extraordinariamente útil realizar un estudio biográfico cualitativo que nos dé acceso a las narraciones de las personas protagonistas, acerca de su propia experiencia y las percepciones de su propia biografía.

ESTUDIO CUALITATIVO:

Biografías de divorcio de mujeres y hombres

Miradas cruzadas

Aspectos metodológicos

Objetivo e hipótesis

Las personas que protagonizan la ruptura de una unión, son agentes del cambio, y son también agentes de explicaciones, y el análisis biográfico cualitativo nos acerca a las explicaciones a través de su propia narración de su vida. En este caso, el análisis no busca las regularidades estadísticas, sino más bien, ampliar las dimensiones de interés respecto a la información recopilada en las encuestas biográficas anteriores realizadas en España, mediante la integración de ciertos hechos demográficos supuestamente objetivos (vínculos familiares y afectivos antes y después de la ruptura) y la interpretación subjetiva de los propios actores de dicho proceso referente a las decisiones, las contingencias individuales y las expectativas.

El objetivo específico de este estudio cualitativo sobre biografías familiares post divorcio, cuyo trabajo de campo se realizó en la primavera de 2008 en España, es estudiar los procesos de ruptura de una unión en la que hubo hijos, a partir de los hechos y las percepciones biográficas que emanan de las narraciones de los protagonistas. Los hechos hacen referencia a la constitución de la unión, al nacimiento de los hijos, a la ruptura de la unión y a las nuevas uniones y fecundidades después de esta. Las percepciones biográficas se refieren al significado que las personas atribuyen a la ruptura de la unión en su biografía familiar (y otras biografías relacionadas) y de los elementos que intervienen en la re-definición de las relaciones de parentesco que todo divorcio comporta. Ello en un contexto en el que las normas sociales establecidas respecto de cómo preservar o no los vínculos familiares biológicos (o políticos, derivados de la existencia de hijos antes de la ruptura de una unión) tienen un claro sesgo de género. En este sentido, mi hipótesis es que a pesar de la singularidad en los discursos construidos, es posible identificar elementos comunes a las experiencias y narraciones femeninas y a las experiencias y discursos masculinos, en virtud del contrato de género de igualdad mayoritario (que implica igualdad solo respecto a la actividad económica remunerada, pero que asigna solo a las mujeres el trabajo de cuidado de los hijos); si bien por tratarse del grupo social pionero en los cambios en las relaciones de género, espero encontrar también evidencias del contrato de equidad.

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Metodología biográfica etnográfica

La metodología diseñada es deudora de las encuestas biográficas implementadas en diferentes países desde principios de los años ochenta, para aplicar métodos estadísticos en construcción para el análisis demográfico de las biografías. En estas encuestas, a menudo se recaba información acerca de biografías determinadas, como la biografía laboral, educativa, familiar y residencial. En nuestro caso, se toma como columna vertebral la biografía familiar y se deja a los entrevistados que seleccionen los acontecimientos más importantes de su vida y aquellos que dan sentido a la historia que ellos mismos van construyendo en torno a la constitución de la unión, el nacimiento de los hijos y el proceso de ruptura y post ruptura.

Para el trabajo de campo la metodología utilizada es etnográfica. Es decir, es un estudio directo de las personas que han vivido una ruptura de unión mediante entrevistas en profundidad mínimamente estructuradas, para comprender los significados que el propio biógrafo atribuye a los hechos seleccionados de su biografía, y en particular de la forma en que percibe sus vínculos familiares y afectivos.

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Criterios para definir la muestra

Para la confección de la muestra se optó por establecer la existencia de hijos antes de la ruptura de la unión como denominador común. No se estableció ninguna condición respecto de la trayectoria familiar post ruptura (nuevas uniones, nuevas maternidades y paternidades), ni respecto a la edad de los hijos (de niños a adultos jóvenes), ni al tipo de unión (matrimonio o cohabitación). Sin embargo, para evitar intervenir en momentos demasiado sensibles de las biografías de ruptura, sí se puso como condición que la ruptura de la unión hubiera acontecido entre 3 y 15 años antes del momento de la entrevista. Asimismo, se eligió entrevistar a personas pertenecientes a las generaciones nacidas en torno a la década de 195029, casi pioneras del divorcio en España, que registraban el mayor porcentaje de población divorciada en los últimos censos. Por la misma razón, el trabajo de campo se realizó en diversas áreas metropolitanas de España (Barcelona, Madrid, Valencia y Sevilla), donde la incidencia del divorcio es mayor (Solsona y Simó, 2007).

De forma expresa, y por querer centrar el estudio en los aspectos relacionales más que en los aspectos materiales, se buscó que los entrevistados pertenecieran a un grupo social homogéneo en cuanto a nivel educativo y condición económica, por lo que la mayoría de los entrevistados tiene estudios universitarios y desarrolla su actividad profesional en el ámbito de la cultura y los negocios. Son asalariados o profesionales liberales en ramas de actividad diversas del sector terciario −arquitectura, arte, gestión de empresas, docencia, investigación, editorial, administración pública, entre otros−. Esto no quiere decir que ignoremos que también para este grupo social las consecuencias económicas del divorcio son importantes, y tienen un sesgo de género bien claro, sino que el foco del presente estudio no está puesto en este aspecto, sino en los vínculos afectivos.

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Trabajo de campo

Para el trabajo de campo, después de una etapa previa en la que se realizaron cuatro entrevistas piloto (dos mujeres y dos hombres en la primavera de 2007) para poner a prueba un guión mínimo para estructurar la entrevista, se hicieron 26 entrevistas en profundidad semi dirigidas (a 13 hombres y a 13 mujeres, sin ninguna relación entre ellos), de una duración aproximada de dos horas, durante la primavera de 2008.

Las entrevistas se estructuraron en torno a cinco preguntas con el fin de impulsar un monólogo pausado en relación con el proceso de ruptura y las experiencias afectivas después de esta: Háblame de tu familia; ¿Cómo viviste tu proceso de ruptura? ¿Cómo te ha ido después de la ruptura? ¿Cómo vives tu situación actual? y ¿Crees que los hombres y las mujeres siguen caminos diferentes después de una ruptura? Mi intervención oral como entrevistadora fue mínima, prácticamente me limite a construir material gráfico sobre su genealogía y su curso de vida mientras la persona entrevistada (re)construía su historia. Para cerrar la narración sobre experiencias muy sensibles de sus vidas, de una forma suave y lúdica, pedí a las personas entrevistadas asociar determinadas palabras (sobre conceptos fundamentales de su monólogo en voz alta: amor, sexualidad, vínculo afectivo, estar en casa, hijos, padres, entre otros) con colores, formas y música. De manera que durante la entrevista, en paralelo con las cinco preguntas básicas, utilizamos tres recursos adicionales: i) diagrama de las relaciones de parentesco y vínculos afectivos; ii) líneas de vida de las biografías múltiples; y iii) juego de palabras.

Los hechos: Veintiséis biografías de unión y desunión. A partir del material gráfico elaborado durante la entrevista acerca de los acontecimientos que fueron relatados y ubicados en la línea de vida con una datación precisa he construido un perfil mínimo de los autores de nuestras biografías, que recoge la datación de los hechos más significativos para el estudio (ver tabla en anexo). Las evidencias del análisis textual de nuestro estudio cualitativo deben leerse teniendo en cuenta la composición específica de esta muestra y el contexto social en el que se despliegan estas biografías familiares.

A tal propósito la tabla del anexo que sinteriza las 26 biografías, recoge datos relativos a la unión (fecha y tipo de unión), fecha de nacimiento de los hijos, la datación de la ruptura y las transiciones familiares post-ruptura (nuevas uniones y nuevos hijos). A primera vista en esta tabla hay dos cuestiones que llaman la atención. En primer lugar, y en relación a la trayectoria pre ruptura, que todas las mujeres entrevistadas y la mayoría de los hombres se casaron, en un claro efecto de la generación de pertenencia y del momento histórico en el que constituyeron su unión, durante los primeros años de la etapa democrática, después de la muerte de Franco en 1975, en los que todavía el matrimonio era la norma, si bien el matrimonio solo civil ya se anunciaba como el preludio de la expansión de la cohabitación que se produciría poco a poco mucho más tarde. En segundo lugar, y respecto a la trayectoria post ruptura, sorprende que a pesar de que todos han experimentado algún tipo de relación amorosa después de la ruptura, únicamente dos mujeres (Júlia y Alejandra) hayan sido otra vez madres en el seno de una nueva pareja. Este es un sesgo de la definición de la muestra al no fijar ninguna condición al respecto, y probablemente también sea el resultado de la menor disponibilidad para contar su propia historia de las personas que han seguido trayectorias familiares post divorcio más complejas. Pero esto último es solo una hipótesis.

Estas 26 biografías encierran en ellas mismas la transición entre el modelo tradicional de matrimonio y la nueva modernidad. En el matrimonio tradicional la boda marca un hito importante en la vida de pareja. En la nueva modernidad los vínculos amorosos se construyen poco a poco, a partir de la sexualidad como acto fundacional del vínculo (substituyendo así al matrimonio) y decisión a decisión, se va construyendo la relación de pareja en función de su propia dinámica (Kaufman, 1993). Como veremos, en las trayectorias pre ruptura se identifica la relación amorosa con el matrimonio, en cambio, en las trayectorias post ruptura las relaciones amorosas, que toman formas muy diversas, y la constitución de una relación familiar son dos cuestiones independientes, no forman parte del mismo proyecto. Claro que no se trata de dos modelos puros: en las trayectorias “pre” la nueva modernidad también tiene su espacio y en las trayectorias “post” la constitución de una nueva familia es también una opción.

El matrimonio, católico o civil, fue el acto fundador de la pareja y la entrada en la vida adulta para Eva, Alejandra, Marta, Gradiva, Ángela y Cristina que se casaron muy jóvenes con quién creían era el hombre de su vida y más tarde se dieron cuenta de que el amor no puede con todo. Algunos hombres también fueron precoces en el matrimonio (Mimo).

Otros habían iniciado una relación sexual de muy jóvenes, se casaron sin pensarlo mucho casi “como hermanos” (Lluís, Júlia), y luego vieron que algo fundamental faltaba en esta relación amorosa y que ni el matrimonio podía salvar una relación ya en crisis (Júlia). Otros se casaron de forma precipitada, sin un proyecto en común (Eudald) o sin estar demasiado enamorados, solo porque ya tocaba hacerlo porque sus pares ya se habían casado (Joan Miquel). Otros se casaron enamorados con alguien a quién amaban mucho (Andreu), pero sabiendo que iniciaban una relación con una persona extraordinariamente complicada e independiente y con la que no compartían el deseo de tener hijos (Pol, Manuel, Joan); o con alguien que quién creían era más independiente de lo que resultó ser (Patrick).

La mayoría se casaron pensando que era para toda la vida; se consideraban personas de familia, tradicionales; y fueron los primeros en sorprenderse de su propia decisión de divorcio.

De los cuatro hombres que no se casaron dos eran cohabitantes (Manuel y Joan) y otros dos semicohabitantes que mantuvieron una relación sentimental bastante complicada desde los primeros escarceos, manteniendo residencias separadas la mayor parte del tiempo.

Para David, han sido seis años de relación difícil. Para Pedro, una larga relación llena de contradicciones.

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Análisis textual

Una vez terminadas las entrevistas, trans critas íntegramente y constituido el corpus textual que forman las veintiséis biografías, el primer deseo fue publicarlas todas en versión completa, por su riqueza y por el placer de seguir una biografía desde el principio hasta el final, porque solamente con la versión completa se comprende la secuencia de acontecimientos en una vida; pero por el momento hemos optado por una perspectiva temática, la que supone que renunciamos a intentar encontrar un significado o sentido a cada biografía (de biografías múltiples) y en su lugar, se toman en cuenta elementos significativos del conjunto de discursos en diferentes aspectos y los sumamos e integramos. Para gestionar la información de las entrevistas realizadas y facilitar el análisis temático posterior, se ha utilizado el programa informático de análisis textual cuya principal ventaja es la capacidad de gestionar mucha información, tras codificar las 26 entrevistas realizadas y definir previamente las dimensiones y categorías de análisis. Así, mi conocimiento directo de las 26 biografías, por haberlas realizado personalmente, puede ser ordenado y presentado de forma más sistemática.

En artículos ya publicados (Solsona, 2009; Solsona y Ferrer, 2010, Solsona, en prensa) y en ponencias a congresos (Solsona, 2008; Simó et al. 2009) hemos tratado temas diversos: la aportación del análisis cualitativo al análisis demográfico del divorcio; la nitidez y la reversibilidad de los cambios de estado, y sus implicaciones en la determinación de los factores determinantes y las trayectorias familiares post-divorcio; las configuraciones familiares después del divorcio; la reconstrucción de la maternidad y la paternidad después del divorcio; y las biografías vinculadas a las biografías familiares post divorcio.

En este artículo, pensando en hacer una contribución que sea útil a las profesionales de la red CAPS, siguiendo las cinco preguntas que hilan las narraciones (sobre familia, proceso de ruptura, post ruptura, asignaturas pendientes y pautas de género), quiero centrar el análisis en las similitudes, diferencias y desigualdades de género a partir de las propias narraciones y también cruzando las miradas, es decir, explorar como las mujeres ven a los hombres y como los hombres las ven a ellas,

a fin de identificar aquellos tópicos que probablemente hay que deconstruir para poder avanzar en el necesario diálogo entre mujeres y hombres.

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De cómo las mujeres y los hombres se cuentan su propia historia

Al inicio de la entrevista yo me limité a explicitar que nuestro estudio, centrado en las trayectorias familiares post ruptura, se interesaba fundamentalmente por el rol que las nuevas uniones y maternidades y paternidades en la satisfacción de las necesidades afectivas, pero sin presuponer que el entrevistado o entrevistada, se hubiera vuelto a casar y a tener hijos, ni tampoco una explicación particular de los acontecimientos. Por ello, las personas que aceptaron compartir su experiencia, en el momento de la entrevista en profundidad construyen su propia narración sobre su biografía en un tiempo y lugar determinados. Quiero decir con esto, que cada narración corresponde a una triple referencia temporal: un momento histórico, una generación y una edad determinada. Si bien, la datación de determinados hechos no puede cambiar (el año de nacimiento de los hijos, o el año de la boda religiosa o civil, o la fecha de la sentencia del divorcio), el lugar que estos acontecimientos tienen en nuestra biografía va cambiando en el tiempo.

Cabe recordar, que la muestra tiene un perfil muy particular, por su edad y por su ubicación en la estructura social. Se trata de personas que se han hecho adultas en un periodo histórico de España de apertura, y de cambio social y familiar notable. Que las invitamos a contar su historia personal cuando ya son adultas. Además por su ubicación en la estructura social, probablemente, tal como se ha encontrado en otros países, mantienen redes amplias de amistades y de colegas y cuentan con el apoyo sistemático e intenso de las personas más próximas35. Por último, vale la pena advertir, que entre las personas entrevistadas, a las que se ha llegado por el método de bola de nieve, hay pocos hombres y pocas mujeres que hayan tenido hijos en el seno de una segunda unión.

En las líneas que siguen comento un poco los resultados obtenidos en nuestro estudio enfatizando aquellos aspectos que nos permiten ilustrar, cuando así lo hemos detectado, las diferencias entre las experiencias de las mujeres y la de los hombres.

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De la primera pregunta: Constelaciones familiares después de la ruptura

Familias plurales

La primera pregunta, Háblame de tu familia, sorprende a todas las personas entrevistadas sin excepción. Ellas y ellos responden ¿Por qué familia me preguntas? ¿La de origen? ¿La que yo he creado?, y mi comentario es siempre el mismo: “precisamente lo que buscamos en esta investigación es conocer como las personas definen su familia”. Dicho esto, algunos hombres, contestan rápido, “antes de la ruptura mi familia era mi pequeña familia, mi mujer y mis hijas” (Pol). Algunas mujeres dicen con calma “ahora mis amigas son mi familia, mis hermanas” (Ángela, Isadora).

A pesar de que todas las personas entrevistadas excepto dos (Pedro y María) han vuelto a establecer uniones estables, y que solamente dos mujeres (Júlia y Alejandra) han tenido hijos de nuevo después de la ruptura, en todos los casos, la familia se construye y se reconstruye, su tamaño se amplía con parientes consanguíneos, políticos y amigos fieles, que cumplen el papel de hermanos o hermanas, de manera que el entramado de vínculos afectivos y familiares después del divorcio deviene más complejo. La complejidad alcanza el máximo exponente cuando se transita hacia formas de familia reconstituidas, en las que la nueva pareja aporta también hijos/as de una unión previa.

La ruptura rompe de alguna forma el vínculo de pareja, pero no necesariamente rompe los demás vínculos familiares que se han tejido con el hilo de la filiación. La familia consanguínea se enriquece con la política, y aquella que se construye por afinidades. En todos los casos, el pivote central de la constelación familiar, sea esta más o menos amplia, son los hijos de la unión anterior, incluso para los hombres que no eligieron ser padres: en el caso de Manuel el embarazo fue una trampa en la que cayó sin darse cuenta, para David un error de una noche de una relación que desde el principio era carente de amor.

Las formas familiares se diversifican, pero quizás sea útil recordar que tanto en las reflexiones ya clásicas de Levi- Strauss (1956) como en los estudios más recientes sobre las formas de vivir en familia (Gittins, 1992; Brullet, 2007) se constata que la pluralidad de formas es el único trazo común a cualquier estudio etnográfico sobre la familia. Levi Strauss escribió: “El mismo hecho de que varíe incesantemente de sociedad en sociedad muestra que, en lo referente a la familia, es el mero hecho de su existencia lo que es misteriosamente necesario, mientras que la forma bajo la que aparece no es en manera alguna importante, por lo menos desde el puno de vista de cualquier necesidad natural“(Levi Strauss, 1974, pág. 32).

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La familia no es un sustantivo, es un verbo

En el caso del post divorcio está claro que la familia no responde a ninguna identidad real predeterminada, se redefine en cada momento, y cada persona la percibe en función de los acontecimientos que dan sentido a su biografía, y en este sentido el divorcio es un acontecimiento determinante muy importante. Nuestros biógrafos y biógrafas definen su propia familia apelando a vínculos de sangre o políticos (mi familia, la familia de mis hijos), vínculos de convivencia o no (quien vive en el hogar) y/o de afinidad y de amor (familia de adopción).

El linaje, los vínculos de sangre ascendentes y descendentes, pueden alcanzar solamente dos generaciones (yo y mis hijos), o tres (padre, madre, o padres e hijos), o cuatro (incluyendo a los abuelos); o vínculos colaterales pueden incluir a los hermanos, a los sobrinos y sobrinas. Los hijos que indiscutiblemente siempre forman parte de la propia familia, para algún entrevistado incluso son más que familia, “mis hija es más que hija, es única en el universo” dice Pedro. Las razones por las cuales se incluyen otros parientes de sangre, ascendentes y descendientes, hacen referencia a la responsabilidad, por ejemplo de “cuidar a la madre en agradecimiento a la vida que me ha sido dada”, a la de “son un puerto seguro”, “siempre puedes contar con ellos, nunca te fallarán”, si bien “las parejas son otra cosa”. Lo cotidianidad, la convivencia, la complicidad, el apoyo mutuo, son razones para incluir o no a los hermanos, primos y demás parientes colaterales. El caso de los hermanos es singular, son parientes de sangre, están ahí, pero a veces están más lejos que los amigos íntimos; pero se trata de una lejanía relativa, pues en mucho casos es un vínculo que se activa en momentos de crisis.

Nuestros biógrafos y biógrafas hablan de ello. Los tíos y abuelos, son personas especiales, que han dejado un legado en experiencia de vida, una enseñanza, y que han jugado un rol muy especial.

El divorcio no está reñido con la inclusión de parientes políticos (de la relación anterior) en la propia familia, la ruptura de una unión divide la vida en dos partes diferentes, pero no de la misma manera a la parentela adquirida por el nacimiento de hijos comunes, el bagaje relacional que antes se compartía muy a menudo queda preservado, sobre todo cuando a las relaciones se les había puesto nombre: quién fue tío o tía para su sobrino político sigue siéndolo. Este cruce entre vínculos políticos y de sangre constata que se define la propia familia a partir también de la familia del hijo o los hijos. Por ejemplo, se incluye a la ex suegra o a los sobrinos del propio ex, es decir a los abuelos de tus hijos y a los primos de tus hijos. Cabe decir que los biógrafos, más que las biógrafas incluyen a su ex pareja entre los miembros de su propia familia, porque “la madre de mis hijos siempre será diferente a cualquier otra mujer, y en este sentido la separación no ha cambiado nada” (Andreu), o porque hay un sentimiento de responsabilidad que va más allá de la convivencia, y de la trayectoria familiar post-divorcio de su ex, por ejemplo Patrick dice: “si a ella o su nuevo esposo les ocurriera algo, yo me haría cargo tanto de nuestras hijas comunes, como de la nueva hija de ella”.

La familia de adopción, entendida como la elegida, no la que te adoptó, tiene también su lugar en la configuración de la propia familia. Las amigas o amigos íntimos, con los que se tiene una relación más estrecha que con los propios hermanos, con los que se han atravesado las pruebas de la vida adulta, también son miembros de la familia amplia. En particular entre las mujeres, pero no solo entre ellas, aquellas amigas que comparten el trabajo de amar, de cuidar de los propios hijos, de cuidar de los demás, con las que se comparte secretos, retos, complicidades, y vías de crecimiento personal, son consideradas las verdaderas hermanas. También, las personas con las que se comparten determinadas prácticas en un ámbito artístico o espiritual, tienen su espacio en la propia familia.

Aquellas personas que tienen biografías migratorias de más larga distancia (han vivido en América, o un país nórdico) son las que dibujan un mundo de constelaciones familiares más amplio, incluyendo parientes por razón de sangre, política o adopción, quizás porque su cuna no está aquí y hay que invocar a los ancestros o hermanarse con los iguales para sentir que la vida en familia es. La familia, en pocas ocasiones es nuclear, si bien más de uno dice que lo era antes del divorcio. Algunos entrevistados hablan en términos de tribu. Cabe preguntarse si este rasgo común de este colectivo que ha protagonizado un divorcio, de no limitar sus relaciones a la familias de sangre, es exclusivo de ellos, o bien, vivir en tribu más o menos explícita es y ha sido lo habitual, o bien si estamos asistiendo al fin de la excepción nuclear.

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El hogar no es la familia, ni la familia es el hogar

Para terminar, subrayar que familia y co-residencia no son conceptos equivalentes, y viceversa co-residencia y familia, tampoco lo son. La propia familia no se circunscribe a un hogar específico. Así, la utilidad del hogar como sinónimo de familia usado en demografía de la familia, para aproximarnos a las relaciones familiares, en este escenario postdivorcio pierde su sentido. Vivir solo no significa no tener familia, ni relaciones de pareja estables, ni vínculos afectivos fuertes. La familia, la sexualidad y la afectividad a menudo se encuentran fuera de las fronteras del propio hogar. Uno o una puede residir en un hogar unipersonal durante algunos días de la semana que se convierte en monoparental en ocasiones, ciertos fines de semana, cuando el hijo viene a residir con su padre. Por otra parte, vivir bajo el mismo techo tampoco da un derecho inmediato de pertenecer a la familia del otro, ni siquiera viviendo en pareja.

Sólo para dar un ejemplo: Alejandra percibe que su familia está formada por sus padres, sus dos hijos, uno de la pareja anterior y otro de la pareja actual, pero la pareja actual, aunque es padre de su hija, no lo siente como familia “es otra cosa”.

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De la segunda pregunta:

Reconstrucción del proceso de ruptura

La respuesta a la segunda pregunta ¿Como viviste tu proceso de ruptura? tampoco es evidente, toma su tiempo pues remite a sus protagonistas a un proceso lleno de resistencias, y también de sinergias, que entraña una evaluación de las ganancias y las pérdidas.

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De las causas de la ruptura conyugal

Los factores desencadenantes no deben confundirse ni con las razones de fondo, ligadas a elementos constitutivos de la unión en la nueva modernidad (sexualidad satisfactoria, calidad afectiva y desarrollo de la propia identidad) ni con denominados factores determinantes en los estudios demográficos de las biografías de divorcio (como disponer de un buen trabajo o formación o vivir en una gran ciudad) que mejor podrían tildarse de factores facilitadores (puesto que no se puede confirmar con contundencia que haya una relación causa efecto).

Los factores desencadenantes de la ruptura conyugal están claramente vinculados a la sexualidad. Apuntarse a una pasión o una nueva relación amorosa del cónyuge marca de forma fulminante (o lenta) el fin de la unión. Igual sucede con el maltrato y el abandono. La traición por infidelidad, sorprendió a María, que vivió diez años en una vida familiar técnicamente perfecta, con un hombre mentiroso compulsivo. La misma experiencia vivió Tomi, que desde el matrimonio estuvo excesivamente preocupado por asegurar un futuro a la familia. Mimo también atribuye a su rol casi exclusivo de proveedor de bienestar material de la familia, la degradación de las relaciones conyugales. Ninguno de ellos se dio cuenta de que el bienestar emocional de la pareja y la familia estaba lleno de grietas.

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La maternidad: un cambio de estado en la génesis de la crisis

Los cambios de estado, propios de la división sexual del trabajo de la familia patriarcal, que atribuye a la mujer el trabajo del cuidado y a los hombres el rol de proveedor, se encuentran en la génesis de la crisis conyugal, según las narraciones de los biógrafos. Joan Miquel se casó poco enamorado en un momento de su vida en el que estaba totalmente entregado a su profesión. Con el nacimiento de su hijo se dio cuenta de que la familia no funcionaba.

Tomi, Pol, Bruce, también viven el nacimiento de sus hijos como el momento en el que perciben un distanciamiento en el seno de la pareja. Una depresión post parto prolongada (Mimo), el rechazo de la madre hacia su hija (Pol), y el percibir con susto la esclavitud que supone ser madre (Tomi, Bruce). Además, la transición de esposa-amante a madre degrada las relaciones amorosas y las necesidades afectivas y sexuales quedan insatisfechas.

Ellos sienten que han dejado de ser interesantes para ellas porque les rechazan sexualmente (Tomi), los tienen abandonados (Pol), se han cansado (Patrick) o desenamorado (Eudald). Aunque también reconocen que el mayor peso del cuidado de la prole ha caído sobre ellas, mientras ellos estaban entregados a su interesante carrera profesional (Joan Miquel, Pol).

En todos los casos, la distancia entre yo y ella se refleja en la falta de comunicación. Conversar sobre los problemas, “hablar y hablar, para no decir nada” para ellos no conduce a una solución efectiva sino al estancamiento.

La vida cotidiana es un colapso, una locura y la separación es inevitable (Bruce, Andreu, Pol). Ellas por su parte, más que marcar un acontecimiento concreto como el inicio de la crisis lo expresan como un problema de identidad. Ciertamente reconocen que están aburridas, la vida conyugal ha dejado de ser atractiva sexualmente (Isadora), pero sobre todo sienten que en un momento determinado han dejado de ser ellas mismas (Marta), están jugando un rol que no es el que quieren, ésta no es su película (Sol), viven como madres de ellos no como esposas (Nor). No están en su sitio, la pareja no es el contexto adecuado para desarrollarse como personas (Eva); al contrario, su crecimiento personal aumenta la distancia entre ellas y su pareja (Ángela, Paulina). Eva cree que “La intención de adaptarte es tan grande que poco a poco te vas negando. La vida familiar era dura.

No había alegría. Yo quería una relación más profunda. Durante 5 años luché para que funcionara la relación, chocábamos continuamente,… me enamoré y me apunté a una pasión, dejé de luchar”.

La distancia entre ambos identificada desde el viaje de novios (Alejandra), o imperceptible por no quererla mirar, estuvo allí desde el principio de la relación. Paulina cuenta “lo quería muchísimo, estaba muy enamorada, pero siempre tenía la sensación de que él nose lo merecía y que si lo miraba muy atentamente me podía defraudar”. La negación de sí es también una experiencia masculina.

Bruce siente que “desde el nacimiento de nuestra hija, durante cuatro años, la vida cotidiana era un colapso, nada iba bien, todo era negativo… la situación me estaba anulando, la separación fue una liberación”.

Cada uno necesita su espacio y su tiempo para el desarrollo de sí. Si en el seno de la pareja no hay reconocimiento mutuo, no hay amor, aunque la familia técnicamente funcione, llega un momento en el que pierde su sentido. Manuel afirma que “Nuestra relación era un narcisismo a dos, no había amor, aunque aparentemente todo era perfecto, el niño siempre estaba atendido. Después de un año y medio de desencuentro total yo me fui, nos separamos”. Otras veces hay amor pero la vida en común no es posible. Pol cuenta que “La crisis se inicia con el nacimiento de nuestra primera hija, la madre la rechazaba, es una mujer demasiado independiente… vivimos 8 años de duelo, con breves periodos buenos, nace la segunda hija,… ella estaba cansada de mí, me tenía abandonado, yo me estaba volviendo loco, no era yo. Nunca pensé que iba a separarme algún día, yo soy un hombre de familia. No he dejado de quererla”.

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Crisis y oportunidad

El divorcio es un nudo biográfico, un punto de inflexión clave que divide la vida en dos partes. Es el final de una etapa y el anuncio de una nueva. Es una crisis tremenda porque se rompe la familia que se formó, porque se crea un vacío inmenso, un pozo, un agujero negro, y la vulnerabilidad manifiesta es tan grande que hay que aprender de nuevo “a caminar sola por la calle”, como dice Gradiva.

Es el fracaso como persona o de un proyecto, que requiere reconstruir el relato de la propia vida para huir de la angustia. Es el peor momento de la vida, porque afloran sentimientos de culpabilidad con respecto a los hijos: “los únicos seres a los que no se les puede decir adiós” (Andreu). Nadie lo volvería a hacer, pero todo el mundo se alegra de haberlo vivido. Es la oportunidad de ser consciente de las propias contradicciones, de las debilidades y las fortalezas. De volver a ser uno mismo/a.

De vislumbrar las posibles consecuencias de determinadas acciones y convertirse en responsable de las propias decisiones. La ruptura: un largo proceso “Cuando estás en una relación difícil, que vas terminando, terminas muchas veces y tú misma no sabes cuál será la definitiva, y hay una que descubres, a posteriori, que era la última” (Paulina).

Excepto en el caso de viudedad, el acontecimiento que marca la salida de una unión es muy difícil de establecer con precisión. La separación, dejar de estar unido, es un largo proceso compuesto de múltiples acontecimientos tales como la degradación de las relaciones de pareja, la ausencia de relaciones sexuales y las camas separadas, las vidas paralelas, la intervención de la familia y de las personas más próximas, la separación de hecho y la residencia en casas diferentes, la negociación del cuidado de los niños, la separación de bienes, los procesos judiciales, etc.

En las historias de amor y desamor, según el testimonio de nuestros 26 biógrafos y biógrafas, ni las transiciones ni los estados son nítidos. La separación es un largo proceso en el que los vínculos afectivos entre las dos personas van debilitándose, las prácticas amorosas se transforman, y en todos los casos el proceso de ruptura empieza mucho antes de la separación física de los conjugues y puede que se extienda hasta mucho después de ésta.

Al trazar la línea de vida para ubicar los acontecimientos clave de este proceso de ruptura, se observa que el proceso de ruptura vivido como un periodo de crisis, adopta en cada biografía una forma e intensidad diferente. En unos casos constituye un proceso discontinuo, con diversas rupturas temporales, y en otros casos, la crisis se asienta de una sola y definitiva vez.

Cuando el proceso es muy largo, se producen transiciones, cambios de estado que tienen vuelta atrás. Por ejemplo, separaciones de residencia temporales. La argumentación de los actores es que no hay acuerdo entre los cónyuges respecto a la decisión de separarse, circunstancia que da lugar a una serie de estrategias que mantienen la relación en una situación aparentemente estancada, mientras que una insatisfacción latente se manifiesta esporádicamente por los estallidos que brotan una y otra vez. Ante el binomio insatisfacción-responsabilidad maternal, la responsabilidad gana la partida durante muchos años (Ángela).

Por otra parte, entre las modalidades de crisis continua nos encontramos con uno de los factores que aparece reiteradamente como factor “determinante” del divorcio: una unión a temprana edad. En el caso de Alejandra, que se casó con 18 años, y la crisis duró tanto como la misma unión. En ocasiones el matrimonio sobreviene sin haberlo decidido de forma consciente y más tarde llega un momento en el que se cae en la cuenta de que a dicha relación le falta algo esencial. Es el caso de Julia, y también el de Juan Miguel.

Una modalidad distinta de crisis duradera e intensa se da cuando después de un largo periodo de convivencia sin cuestionamientos, la persona descubre que está en una situación que no responde a los deseos de su fuero interno. En ocasiones, nuestras biógrafas y biógrafos, pueden identificar un factor desencadenante claro, como en el caso de Eva: Una pasión; otra veces la decisión de romper proviene de una situación crónica: insufrible, sin sentido, sin amor, en el que el interés por el otro ya no está, y éste empieza a no reconocerse a sí mismo.

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Del fin de la crisis y de la ruptura definitiva de los vínculos afectivos

La ruptura de una unión con hijos es un nudo biográfico importante tanto para ellas como para ellos. Cuando ego no ha iniciado la ruptura, para los hombres la ruptura es una crisis intensa, inesperada, en general corta, y al final de la cual el vínculo con la ex, tal como hemos dicho más arriba, no se rompe de manera definitiva. Para ellas, aún siendo las iniciadoras, el proceso es largo, desgastante, al que cuesta ponerle punto y final, pero cuando se alcanza la ruptura del vínculo es definitiva.

La separación física comporta una ruptura definitiva de los vínculos afectivos. El padre de sus hijos es una persona a la que en general se le quiere bien, pero con la que no hay un vínculo afectivo fuerte. Para los hombres, a nivel simbólico, la ruptura definitiva del vínculo es más difícil de aceptar. Es una mezcla de sentido de responsabilidad, de protección, de derecho a gestionar la vida de quién fue su esposa y también de propiedad (aunque, este sentimiento de pertenencia también puede formularse en femenino: “me divorcio de ti, pero eres mío”).

¿Cómo identificar el fin de la crisis? El final de la crisis, desde la propia subjetividad, puede coincidir o no con el momento en el que el vínculo afectivo con la ex pareja se rompe de forma definitiva. Para Sol, Marta y para Gradiva fue cuando su ex marido se volvió a casar, momento en el que experimentaron un sentimiento de alivio. Las mujeres identifican un momento específico en el tiempo en el que dicho vínculo se ha roto definitivamente. Isadora constituye la excepción. Ella se separó porque quería experimentar como sería vivir sola, vivir la sexualidad de otra manera porque en el seno de la unión no era satisfactoria, y dio el paso con mucho dolor por desarmar el equipo familiar. Llevó a cabo una ruptura civilizada, pensada, apenas hubo crisis, y opina que el vínculo afectivo no se ha roto. Once años más tarde todavía no ha arreglado los papeles del divorcio. Sin embargo, a Tomi la lucha materialista le llevó veinte veces a los juzgados, antes de dar por terminada la crisis.

Eudald no rompió el vínculo con su ex esposa hasta que se volvió a enamorar y a vivir las mismas situaciones que había vivido con ella: Dicha vivencia le permitió sanarse y romper el vínculo con ella de forma definitiva, lo cual no significa que considere que la crisis esté superada, pues en su caso se produjo una negación del conflicto y de la crisis, una vez que su ex esposa impusiera un silencio absoluto.

Su asignatura pendiente es hablar abiertamente con sus hijas de todo el proceso. Dice así: En el caso de mis hijas, los vínculos no se sabe exactamente cuáles son, pero están ahí, personas que reconstruyen su historia como pueden y se la explican, personas que quieren a personas que no se quieren entre ellas, cosas complicadísimas”. Andreu cree que el vínculo con la madre de “tus hijas” es permanente y que la crisis no se supera nunca: “Todavía ahora es difícil, porque hay un abandono de tus hijas en un ambiente que tu consideras que no es bueno y en lugar de poder convertir tú este ambiente en algo bueno, te rindes y te vas. Con lo cual esto no se supera nunca, porque no sabes si tú realmente, que hiciste un acto de supervivencia en defensa propia, hubieses podido resistir y reconvertir la situación”.

Por lo tanto, con las miradas cruzadas de hombres y mujeres, vemos que las temporalidades individuales de los miembros de la pareja se superponen: después de una ruptura conyugal, uno puede sentir que los vínculos se han roto definitivamente y el otro sentir exactamente lo contrario. Pueden haberse roto por ambas partes y más adelante volverse a encontrar. Retomar las relaciones amorosas después de la ruptura no es un hecho infrecuente. Las palabras de Pedro hablan de amor y desamor desde el principio: “Uno se hace una idea de sí mismo y del otro y de lo que es tener una pareja que… cuando no sale bien, es muy duro. Puedes dejar un trabajo o puedes cambiar de ciudad o puedes hacer lo que sea, pero cuando la persona con la que tú estás viendo el mundo se convierte en tu enemigo es…, esto es muy bestia.

Y el problema es que no es verdad tampoco que sea la situación permanente, es que es tu enemigo un momento y en el otro es la persona que tú quieres”.

De nuevo está la temporalidad individual y la de la institución familiar, porque la presencia de hijos impide hablar de disolución familiar, aún en el caso de que se arreglen los papeles. Las relaciones de parentesco político no se disuelven: los tíos, los abuelos, los sobrinos, los nietos, pueden seguir tejiendo las redes familiares. Por tanto, es difícil acotar los límites de cada etapa del curso de vida individual y más difícil aún cuadrar la temporalidad individual con la de la pareja y con la de la familia.

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De la tercera pregunta: después de la ruptura

La tercera propuesta temática ¿Cómo te ha ido después de la ruptura? abre el monologo hacia el momento inmediato después de la separación física, sobre al objeto principal de nuestra investigación, las nuevas relaciones de pareja (experiencias de relaciones sentimentales, sexuales y de pareja estable), y las nuevas maternidades y paternidades.

Cabe decir que en nuestra investigación no hay patrones de género claros en las transiciones después del divorcio, en decir, en la compatibilidad del cuidado de los hijos previos con nuevas uniones y nuevas maternidades. Las diferencias no son tan marcadas como nos indica el análisis cuantitativo. La ruptura no empuja a los hombres directamente a una nueva unión, ni el cuidado de los hijos recluye a las mujeres en sus hogares familiares. Otras razones, vinculadas a su realización personal, a la preservación de un espacio propio, explican los borrosos estados de unión y las complejas trayectorias familiares post divorcio. Ni para ellos ni para ellas volverse a casar y tener hijos es la cuestión.

Algunas personas, hombres y mujeres, dan mucha importancia a preservar un espacio propio, un espacio absolutamente privado, razón por la cual, a pesar de mantener relaciones sentimentales y sexuales estables no dan el paso, de forma consciente y deliberada, a compartir el mismo techo. Este espacio absolutamente privado puede ubicarse en el hogar que se comparte con los hijos, de forma casi permanente (ellas) o esporádica (ellos), pero en cualquier caso, su colonización está vetada a esta nueva pareja afectiva.

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Unirse de nuevo y tener más hijos, ¿es esa la cuestión?

Los hombres: En lo referente a la formación de nuevas uniones de los 13 padres, 5 no han formado una nueva unión estable, y en el momento de la encuesta 8 de ellos no tienen una relación estable ni conviven en pareja (ver de nuevo la tabla en Anexo). En cuanto a la renovación de la paternidad sólo dos padres se muestran activos en lo referente a la renovación de la paternidad: uno de ellos desea de nuevo tener hijos, y otro está en proceso de adopción de otro hijo. El resto de los padres no desean renovar la paternidad en las nuevas relaciones de pareja. Durante la ruptura, durante y después del duelo, excepto Pedro y María, todos viven nuevas historias de amor: relaciones sexuales y sentimentales, esporádicas o estables.

En la tabla del anexo se consignan las relaciones amorosas según el tipo, y la fecha de inicio cuando son estables. Manuel que fue cohabitante se casa por primera vez y está en proceso de adopción. Gradiva, Sol, Júlia, y Alejandra se han vuelto a casar. Únicamente Alejandra y Júlia han tenido hijos de nuevo, después de una dura negociación. Scarlett que ahora está de noviazgo también desea formar una nueva familia. Todas las demás mujeres están satisfechas con la descendencia alcanzada. En cambio, los hombres no tienen una posición clara respecto a una futura descendencia. Ni ellos, ni ellas tienen demasiado miedo a la soledad. Los hijos ya tenidos son el ancla que cubre buena parte de sus necesidades afectivas. En las nuevas historias de amor buscan una relación afectiva sexual entre iguales, de amistad, de respeto mutuo, sin juicios, ni prejuicios.

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De las relaciones amorosas

Si bien en la primera unión, en el contexto de los valores tradicionales de la familia, el matrimonio pudo ser no sinónimo de enamoramiento o de felicidad (Joan Miquel), después de la ruptura, el amor romántico reciproco, propio de la nueva modernidad, es una condición necesaria aunque no suficiente para construir una nueva pareja estable. Y al aprender a vivir solo o sola (David, Bruce, María), a dar espacio y tiempo a aquello que contribuye al desarrollo de la propia identidad (Paulina, David), no hay necesidad de elegir una nueva pareja que no responsa a las necesidades de cada uno o cada una, y menos aún de compartir el mismo espacio de vida.

Scarlett dice: “Creo que hasta ahora no he encontrado un hombre, exactamente, lo que yo necesito. No sé por qué, a lo mejor porque busco algo imposible, a lo mejor busco algo ideal, a lo mejor busco… es que veo muchas películas, leo muchos libros, soy muy romántica. Necesito una persona que me conquiste en todo, en corazón, en cerebro, en sexo, en la vida diaria, en todo. Una persona con la que pueda ser yo misma. Cuando tú quieres más que él, tú pierdes tu yo, porque quieres gustarle. Entonces, estas relaciones son muy bonitas porque quieres tú, pero con el tiempo, el querer como que se va”.

Con todo, ellos y ellas con mayor o menor éxito se entregan a nuevas relaciones, porque el grado de empoderamiento alcanzado permite poner fin, si es necesario, a una relación que se vislumbre como invasora de la propia intimidad privada (Paulina, Patrick), o que podría hipotecar la calidad afectiva de la relación con los hijos de la unión anterior (Bruce, Joan Miquel, Tomi). No es suficiente con compartir las mismas filias, hay territorios que no se deben ocupar. Las nuevas relaciones amorosas, aún siendo estables, no siempre se traducen en relaciones de convivencia (Ángela, Paulina, Lluís). El abanico de posibilidades es grande, las posibles trayectorias a seguir más complejas que la trayectoria tradicional de matrimonio e hijos, e incluso cuando esta es finalmente la opción elegida el proceso de negociación es inevitable.

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De los hijos

La paternidad y la maternidad en la nueva modernidad, y en este caso particular en el post divorcio, puede entrar en contradicción con lo que realmente se está buscando en una relación amorosa.

Las dos únicas mujeres que han sido madres de nuevo, proporcionando a su nueva pareja reconstituida el denominado child commitment, llegan a ello después de una larga negociación con su nueva pareja. Júlia por propia demanda, porque siempre fue su deseo vivir en familia, venciendo las resistencias de su nueva pareja. Él decía “bueno yo no tengo necesidad, pero en fin”, y llegó un momento que dijo “bueno pues si vienen que vengan”. Alejandra, por el contrario, tuvo una nueva hija por la presión de su pareja, pues ella creía, y así lo vive ahora, que no puede ser amante y madre al mismo tiempo:

“Una de las cosas que no quería era tener hijos. Yo sabía que en el momento que yo tuviese un hijo, mi relación iba a cambiar. Entonces no sé si soy yo… o si no sé hacer dos cosas a la vez. Para mí la prioridad… o sea, no sé, pierdes mucha intimidad y las preocupaciones son más las de tus hijos, no lo sé.

…Yo decía “¡esto es vida!” y entonces yo me sentía como muy comprometida con él, pero por otro lado, yo soy como muy egoísta y decía “esto sí, pero ya hijos y tal, no”. Además el tema de los hijos yo siempre lo he visto con mucha responsabilidad… tengo ahí, como una parte de mi, que me gustaría seguir viajando y haciendo un motón de cosas, que no puedo hacer».

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(Re)construcción de las maternidades y las paternidades después de un divorcio

Hemos explorado las fronteras difusas y los territorios comunes entre el divorcio y el matrimonio, a partir de las narraciones de nuestros biógrafos y biógrafas sobre la (re)construcción de la maternidad y la paternidad tras el divorcio . De acuerdo con el contrato de género dominante, el contrato de familia, esperábamos: Que la centralidad de los hijos e hijas fuera más marcada en la vida de las mujeres que en la de los hombres; que fuera habitual que los hijos se quedaran con la madre tras la ruptura de la unión y que los padres se fueran del hogar; que el maternazgo se ejerciera en plenitud y que el paternazgo fuera más puntual; que hubiera compatibilidad total entre una nueva unión de los hombres padres y los hijos previos, y en cambio fuera difícil hacer compatible una nueva unión de la madre y el cuidado de los hijos de la unión anterior; y por último, que los padres se decidieran más fácilmente a ser padres de nuevo, mientras que para las madres este fuera un escenario poco factible.

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Pero, ¿qué nos han ofrecido las narraciones de nuestras biógrafas y nuestros biógrafos?

Los testimonios de las mujeres y de los hombres que hemos entrevistado corroboran lo esperado respecto de la centralidad de los hijos, ¡pero para ambos sexos!. Padres y madres, en el momento de la entrevista, atribuyen un rol central y un valor incomparable a la existencia de sus hijos e hijas. Ahora bien, la calidad de este vínculo, la práctica concreta de la maternidad y la paternidad es diferente según el sexo. Podemos decir que el maternazgo se configura como una obligación ineludible, en tanto el paternazgo se entiende como un derecho y no como una obligación.

Las mujeres madres están cansadas por el hecho de estar siempre cuidando de los hijos e insatisfechas de la contribución de los padres, en términos de dinero y de tiempo de cuidado. Los hombres padres, a su vez, se mueven entre dos polos: el de la satisfacción, una visión casi idílica de la paternidad e incluso de la cooperación entre padre y madre por la buena empresa conjunta del paternazgo y el maternazgo, que tropieza frontalmente con el otro polo representado por la imposibilidad de ejercer el paternazgo, cuando se convierte en un derecho difícil de conquistar.

Asimismo, respecto del momento de la ruptura y la práctica de la maternidad y paternidad, hemos encontrado ejemplos casi puros del modelo tradicional y también aquellas excepciones nítidas al modelo que nos permiten hablar sin duda de contra modelos. El patrón más generalizado es que en el momento de la ruptura los padres abandonen el hogar. Consideran que es lo correcto para no lastimar a los hijos, que es mejor marchar sin drama, sin hacer ruido y que a veces no vale la pena ni coger el cepillo de dientes para que los hijos e hijas no lo noten, no sufran. Detrás de esta actitud también hay un sentimiento de culpabilidad. En ocasiones, esta aparente paz es impuesta por la madre. Teóricamente “no pasa nada”, pero si es un silencio impuesto, no es señal de un buen augurio. Algunos hijos se apuntan al silencio que plantea uno de los progenitores. Sin embargo, otros se enfadan, reaccionan, gritan o no quieren saber nada. Pero no todos los padres se van de casa. El contra modelo existe, y este se da cuando antes de la ruptura el padre era el cuidador principal. Es el caso de Patrick, padre de tres hijas, pese a pensar que este papel de cuidador principal lo habría desempeñado mejor la madre de las niñas. Patrick lo relata así:

Entonces cuando planteamos el tema de la separación, pues como la carga de las crías siempre la había llevado yo, más fuerte, pues lo más normal […] Entonces bueno, claro, hubo una época que me parece que duró un año, un año y medio, quizás un par de años, que las niñas estaban principalmente conmigo y que los fines de semana se iban con Mar. Fue una época muy difícil porque, para mí no tanto porque yo adquirí esta independencia y hacía más o menos, pero para las crías sí, les resultaba muy duro ir con la madre, a la cual yo siento que culpabilizaban, y también a su nueva pareja, Fausto […] yo no les di pie. Es decir ‘no, no, ¡tenéis que respetar!’ e incluso les decía ‘sed listas y aprovechad esta situación, conocéis a otra persona, Fausto tiene otras experiencias de la vida, tiene unos conocimientos diferentes a los míos, fijaros, contrastad, aprended de la situación” (Patrick).

Patrick que se hace cargo de las tres niñas hasta que al cabo de un tiempo su ex pareja le pide la custodia compartida, considera que no se ha llevado la peor parte, en el sentido de que el trabajo que le ha supuesto ser el cuidador principal de las hijas, se ha visto compensado por un proceso de aprendizaje muy interesante y por una relación afectiva con ellas de gran calidad. En este sentido, corroboramos el hallazgo de otros estudios que confirman que la relación con los hijos siempre es más difícil para el progenitor que se va de casa.

Es decir, para los hombres, el contra modelo está presente tanto en la ruptura como en el paternazgo, pero para las mujeres la transgresión del modelo tradicional es mucho más difícil. Se espera que los hombres se incorporen a la esfera del cuidado, sin embargo, no se acepta fácilmente el abandono de la trinchera del cuidado por parte de una mujer. Se considera una forma de traición. Quizás se puede hacer una analogía entre esta traición y el hecho de que a pesar de la incorporación creciente de las mujeres al trabajo asalariado, en nuestro contexto cultural se acepta con dificultad que los hombres abandonen su lugar en el mercado de trabajo asalariado. Las mujeres requieren grandes dosis de inteligencia y asertividad para poder remontar el desafío de la sociedad, amigas íntimas incluidas, y superar el inevitable sentimiento de culpabilidad. De hecho, en el momento de la ruptura el contra modelo no acontece, pero en una etapa posterior, y como una forma de renuncia a desempeñar el rol de principal cuidadora, sí está presente en las narraciones de nuestras biógrafas. Así lo explica la voz de Sol:

“En su momento pensé ‘vamos a tener que gestionar esto con mucha inteligencia’ (ríe). Me acuerdo que me lo monté, me lo escribí, me lo planifiqué, o sea, lo pensé con mucha antelación porque pensé ‘aquí puedo cobrar por todas partes, ¡eh! y acabar pensando que soy un auténtico monstruo o sea que tranquila, esto lo hago por el bien de mi hijo’, o sea, me lo repito cada mañana. Realmente todo va junto, separación y pérdida de mi trabajo, me quedo con mi hijo, sin marido, sin dinero, sin trabajo. Mi hijo siguió viviendo conmigo hasta sus 12 años y luego me di cuenta que no llegaba: trabajaba mucho, iba como una moto, llegaba muy tarde, el niño llevaba malas notas, total que llamé a su padre, ‘Kramer aquí Kramer’ […] Cuando decido que mi hijo no viva conmigo y que se va a vivir con su padre, hay una especie de estira y afloja entre la felicidad del niño y tu felicidad que es una especie de cosa brutal, […] pero me monté una estrategia auténtica. Madre que decide, después de haberse largado con otro tío, que ya no vive con su hijo, ‘aguanta la que vas a cobrar’, y ¿por qué? porque se dedica demasiado a su trabajo… Pum pum pum pum. Vale, fui a ver a mi ex en plan Kramer, dije ‘vale, vamos a pactar tres cosas, muy rápido, nos cogeremos de la mano los dos, aunque nos de la lata, iremos a ver al niño y le diremos “hemos decidido”, ¡hemos!, conjuntamente, “tú no tienes nada que ver con esto, ni eres malo ni yo soy mala, que para el bien de tu futuro vas a ir a vivir con tu padre y luego, a lo mejor, volverás a vivir con tu madre”. Bien, formulación, ‘lo dices después que yo’, lo reformulo, ‘no he dicho esto’, lo reformulas otra vez, lo dices otra vez y tal ¿y por qué es tan importante?, es muy importante, hay que trabajarlo mucho. Y luego pensé en las amigas, porque las mujeres, si eres madre y les dices a otras madres que no vas a vivir con tu hijo, madre mía, te miran todas como si te hubieras vuelto loca de remate, entonces nada: ‘he decidido, hemos decidido, yo con mi ex marido, que a partir del año que viene’ Coherencia de los mensajes, de lo que dices a uno y a otro, que sobre todo al niño le vengan los mismos mensajes por todas partes. Fue muy trabajado. Aprendí que aquí había que trabajar la gestión del cambio. Comunicación, información, numerología, mensajes, etapas, ¡manipulación a tope! Pero creo que lo hice muy bien. Esto era muy complicado. Yo creo que es mucho más políticamente incorrecto que una mujer decida no vivir con su hijo que separarse. Es como si abandonases a tu hijo, es brutal, ¡eh! […] Ahora, también digo lo mismo, la primera semana me parecía la casa súper vacía, la segunda ¡qué alivio! Puedes llegar a la hora que quieras, si no hay nada en la nevera, si no ha hecho los deberes, no es tu problema. Guay, de vacaciones total. La mala conciencia me duró 10 días. De vez en cuando me decía ‘deberías tener mala conciencia’. ¡Se está genial! Vendrá el fin de semana próximo y nos iremos al cine. ¡Fenomenal!” (Sol)

Este testimonio, además de mostrar las dificultades de nadar a contracorriente y las estrategias para conseguir el objetivo señalado, es valioso porque expresa de forma inequívoca, no solo el sentimiento de culpabilidad que acompaña a muchas madres −y a veces por mucho menos− sino también una sensación de libertad cuando el hijo vive con el padre −¡de vacaciones total!−, que quizás es equiparable al sentimiento que tienen los padres, cuando no son los principales cuidadores.

Las trayectorias familiares post divorcio −nuevas uniones y nuevas fecundidades− están en buena medida vinculadas a las trayectorias pre divorcio, si bien lo más determinante es el proceso de negociación entre los actores en cada circunstancia. Hay un amplio margen de variaciones respecto de los modelos esperados, fruto del diálogo que cada actor mantiene consigo mismo después de una ruptura, para desarrollar un sano egoísmo, en el sentido de preguntarse ¿y ahora yo qué quiero?, y del diálogo y negociación con otros actores, que puede llevar a cada persona a seguir trayectorias post divorcio en principio no escogidas como las más óptimas. En este punto quiero subrayar lo siguiente: hay dos variables demográficas clásicas que tienen una intervención clara en todo el proceso, la edad de los hijos y el tipo de unión.

Cuanto más grandes son los hijos más margen hay para transgredir el modelo tradicional de roles parentales. Y en las parejas de hecho, más que en el matrimonio, la constitución de la propia pareja y la decisión de tener o no tener hijos, son dos decisiones que disfrutan de una autonomía relativa.

En resumen, respecto a la práctica del cuidado del los hijos habidos en la unión anterior, tal como vemos en los estudios cuantitativos, la separación física supone que los padres se van del hogar, y ellas se quedan con los hijos. El maternazgo es un imperativo social. El paternazgo es una buena opción (a tiempo muy parcial). Si antes de la ruptura hubo un modelo equitativo de crianza, en el post-divorcio se reproduce dicho modelo, es decir, los padres se implican en el cuidado. Pero los hombres que en el predivorcio centraron su actividad en el trabajo productivo después del divorcio ejercen el rol de proveedores y ninguno de ellos tiene la custodia de los hijos. Aquellos que mostraban un alto compromiso en el paternazgo, muestran un fuerte compromiso en el paternazgo, independientemente de que sea la madre la que tiene la custodia. Hemos observado casos de modelos de paternazgo mucho más cercanos al maternazgo que han mostrado los compromisos más altos post ruptura desde la custodia completa a la compartida. Sin embargo, en relación a con quién están mejor los hijos tras una ruptura, a pesar de que la custodia compartida constituye la voz más escuchada, existen padres con un alto compromiso de paternazgo que consideran que los hijos están mejor con la madre.

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Biografías familiares y biografías relacionadas

En nuestros estudios anteriores sobre los determinantes del divorcio, construíamos modelos explicativos en los que el divorcio era la variable dependiente y las otras circunstancias (laborales, educacionales, y residenciales) eran las biografías que determinaban la biografía familiar. En este estudio cualitativo, vemos lo que pasa en la etapa que se inicia después. Con las líneas de vida, en este estudio, se identifican aquellos acontecimientos relatados por las personas entrevistadas que son elementos claves de su biografía familiar (nuevas uniones, nuevos hijos, etc.), así como otros eventos de otras biografías con las que se pueden establecer relaciones de asociación o causalidad, entre los que se cuentan el trabajo, los estudios, los cambios residenciales, y otros en los que vamos a centrar nuestra atención aquí.

El divorcio es un nudo biográfico, un punto de inflexión clave que divide la vida en dos partes. Es el final de una etapa y el anuncio de una nueva. En una profunda crisis, y a la vez una gran oportunidad. En palabras de Cristina “Ha sido el golpe más fuerte que he recibido en mi vida y creo que el mayor impulso”. El divorcio es un impulso para innovar en el ámbito profesional, para iniciar unos estudios que siempre se habían querido realizar y estaban allí aparcados, para cuidar de sí mismo o de sí misma, de buscar una relación sexual satisfactoria, para luchar hasta conseguir la casa de los sueños. También por supuesto, para tener una nueva pareja, para tener más hijos, etc.

Entre las biografías relacionadas, la centralidad de los hijos en la vida de los divorciados y divorciadas es evidente. Todo cuanto acontece por decisión propia en la vida está mediatizado por la edad, las necesidades y las experiencias de los hijos. Así por ejemplo, la decisión de constituir una nueva unión, puede quedar aplazada o simplemente descartada por dar absoluta prioridad a los hijos. No se renuncia a tener relaciones sexuales estables, pero si a formar una nueva unidad residencial común. En el caso de los hombres, que no residen de forma habitual con sus hijos esta opción es más común.

A través de la relación con los hijos, o independientemente de esta relación, la trayectoria de la ex pareja también está muy presente en las narraciones de nuestros biógrafos. Esta presencia adopta diferente tonos: comparación, rivalidad, vigilancia o bien respeto, cariño y acompañamiento.

En segundo lugar aparece la biografía de la salud, que como sabemos suele ser una prioridad en la vida de todos. Puede tratarse de la salud de ego, o la salud de los padres, o la salud de la ex –pareja. Cuando se trata de la propia salud, se habla de salud física, emocional, mental y espiritual. Se pone de manifiesto, que una vulnerabilidad subyacente en todos los seres humanos se activa en esta situación de crisis, y conviene cuidarse para evitar daños mayores. Esta vulnerabilidad tiene una expresión más fuerte entre los hombres, por haber vivido experiencias de exclusión, durante el matrimonio (sexuales) y en la etapa posterior al divorcio (difícil contacto con los hijos), nunca imaginadas. Por ejemplo Tomi dice “hay personas a las que se les va la cabeza, y no me extraña en absoluto”. Pero a menudo se buscan recursos para comprender mejor el proceso de ruptura y adquirir herramientas para afrontarlo, en forma de terapias o de grupos de ayuda mutua.

En tercer lugar, aparecen las historias de amor y la sexualidad, como biografías independientes de la familiar, en la cual las relaciones de pareja se formalizan y se socializan dentro del grupo de personas más cercanas, forman parte de la intimidad compartida. Las historias de amor no se comparten, pertenecen a la intimidad privada, en muy diversas acepciones: como forma de satisfacer las necesidades afectivas, como forma de luchar contra el aislamiento, como algo natural de la vida.

Por último, y en cierta forma relacionada con la anterior, después de una ruptura de unión, algunas personas, hombres y mujeres, dan mucha importancia a preservar un espacio propio, un espacio absolutamente privado, razón por la cual, a pesar de mantener relaciones sentimentales y sexuales estables no dan el paso, de forma consciente y deliberada, a compartir el mismo techo. Este espacio absolutamente privado puede ubicarse en el hogar que se comparte con los hijos, de forma permanente o esporádica, pero en cualquier caso, está vetado a esta nueva pareja afectiva.

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De la cuarta pregunta : Asignaturas pendientes

La cuarta pregunta ¿Cómo vives tu situación actual? se refiere la situación en el momento de la entrevista en profundidad.

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Ser padres de los hijos. Ser mujeres, además de madres

Los hombres padres tienen una asignatura pendiente muy clara, concreta y urgente, alcanzar una buena relación con sus hijos e hijas, cuidar de ellos y ellas. Los hombres ponen en su centro el cuidado de sus hijas (Pol) o hijo (Tomi), bien porque sienten un tremendo sentido de culpabilidad, o porque forma parte del ejercicio de la paternidad y constituye su principal prioridad. Pol, aún sabiendo que todos los hijos e hijas, van a vivir situaciones de riesgo en cualquier momento de sus vidas, incluso los hijos de las parejas llamadas intactas, o incluso pesando que de haberse separado el infierno de la vida conyugal hubiera tenido peores consecuencias para su hijas, siente en este momento que la separación de sus padres las ha colocado en una situación de vulnerabilidad, de la cual ellas no son responsables en absoluto. Pol, igual que Tomi, se refieren al paternazgo y habla de “cuidar”, término que sugiere una gran cercanía con los seres receptores de este cuidado. En cambio, Patrick y Joan Miquel hablan de educar a sus hijas e hijo, educar es su obligación y su responsabilidad. “Educar” para que sean seres responsables, para que puedan emanciparse y forjarse el futuro que desean, para que se conviertan en personas adultas con todas las de la ley. David, por su parte, habla de “sumar horas de calidad para estar con su hija”, por tanto apela a la presencia, sin más. Manuel habla de “rehacer” la relación con su hijo, una relación que se fue deteriorando con los años, y que en la primavera de la adolescencia es terreno es fértil para compartir, para charlar.

Para las mujeres el cuidado de sus hijos no está en su lista de futuribles, porque ya forma parte de su presente de forma intensiva –Sol es la excepción que confirma la regla– y en consecuencia ninguna lo menciona. Las mujeres están en el aquí y el ahora, su mayor, deseo es vivir el presente (Ángela), el día a día (María). No tienen ninguna asignatura pendiente porque ya están realizando sus anhelos: conducir un programa de radio (Isadora), llevar su propio negocio en otro país después de vender su casa y tirar todo por la borda para empezar una nueva vida (Nor), haber construido su propio taller o profesión (Gradiva), etc. y ahora andan pensando en metas más sublimes, en el sentido de que son difíciles de alcanzar, por que el mandato del maternazgo las convierte en inalcanzables por el momento. Son metas que van más allá del cuidado de los niños y de la profesión: recolocarse personalmente, al margen de la profesión, y alimentarse para desarrollarse como persona (Gradiva), conocerse mejor y crecer espiritualmente (Cristina), servir a los demás (Nor), vivir fuera de la ciudad más cerca de la naturaleza (Isadora, Alejandra), jubilarse en Cuba o Marruecos (Marta), etc. Alejandra que emprendió la construcción de una nueva familia con su segunda pareja, añora la vida de amante apasionada incompatible con la de madre, y sueña con algún día estar más libre para estudiar o viajar (Alejandra); a corto plazo lo único que pide es poder realizar paseos en soledad por el bosque y un poco de silencio para leer, nada más.

También algunos hombres tienen asignaturas pendientes que tiene que ver con el desarrollo personal, más allá de los hijos y las familias.

Para David la asignatura pendiente es aprender las lecciones de las rupturas precedentes, aceptar que hombres y mujeres no podemos llegar a entenderemos nunca y el único camino es aceptación mutua. Para Andreu, alcanzar una actitud de dar más que de pedir, es su objetivo personal. Para Joan es estar al servicio de los demás.

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Mejorar la comunicación, combinar todos los ex, para el bienestar de todos

Compartir y “mejorar la comunicación” con su hijo es también la primera asignatura pendiente de Lluís, quién nunca disfruto de mucha intimidad con sus padres, quiere forja un vínculo diferente con su hijo. Mimo, que siempre ha tenido excelente relación con sus hijos varones, rehacer la relación con su hija, conseguir una buena comunicación, es su asignatura pendiente. Para Eudald, que sufrió mucho porque la madre de sus hijas le impuso negar la crisis durante los primeros tiempos de la ruptura, actitud que ellas han heredado negándole la palabra, sigue sufriendo por ello, y a pesar de los años pasados, si no logra comunicarse sinceramente con ellas nunca estará tranquilo. Esta es su verdadera asignatura pendiente.

Mejorar la comunicación con los hijos también forma parte del universo deseable de Sol –la única que salió de la escena reproductiva a tiempo completo–, y para aquellas mujeres que dieron el paso hacia el child commitment con su segunda pareja. Estoy hablando de Júlia y de Alejandra. Para ellas, el cuidado de sus hijos, no es la asignatura pendiente, pero lograr una buena comunicación con ellos sí, pues sienten que después de haber vivido en solitario con ellos, después del divorcio, el nuevo núcleo familiar que se instaló en su hogar, de alguna forma los destronó o los desplazo. De hecho, Pau, el hijo de Júlia, a pesar de la buena relación que tiene con el nuevo esposo de su madre, y del cariño profundo que siente por sus dos nuevos hermanos, que nacieron cuando él estaba en su primera adolescencia, verbaliza con mucha claridad su sentimiento “me siento segregado”, pero no da espacio a su madre para poder hablar con franqueza sobre ello. A una edad muy temprana, 18 años, considera que su casa es la casa de siempre, la de su madre, pero pasa mucho más tiempo en la casa de los padres de su novia. Por su parte, Tomás, hijo de Alejandra, que también vivió como Pau, el advenimiento de su hermana siendo adolescente (a los diecisiete años), se emancipó muy temprano (a los a los 18 años) y se fue a vivir a la casa de los padres de la novia, también, en unas circunstancias francamente difíciles, por el estado de salud de sus parientes de la novia, pero precisamente por ello allí siente que es útil y que su presencia goza de pleno reconocimiento. A Alejandra le falta algo, a pesar de haber puesto en bienestar de su hijo como condición para iniciar una nueva relación todavía hoy vive que su nueva maternidad se llevó la pasión por su pareja por los aires, y también tocó el fuerte vínculo que tenía con su hijo.

A Sol más que mejorar la comunicación con su hijo lo que le gustaría es armonizar los dos planetas diferentes en los que transcurre la vida de él: El mundo conservador de su padre y el mundo cumbaya de ella, su nueva pareja, sus sobrinos. A tal fin, se marca como asignatura pendiente reconciliarse con la familia del padre de su hijo (su ex marido y su nueva esposa), y también con la ex esposa de su actual marido, por los hijos de este. De una forma similar, pero con otro propósito, Eudald formula la necesidad de “combinar todos los ex que andan por ahí”, esta es su segunda asignatura pendiente. La idea de Eudald, que tienen una nueva relación de pareja con una mujer que ha aportado sus propios hijos a la unidad familiar, y con la que no tiene hijos comunes, y que él mismo considera utópica, es alcanzar la auténtica reconstitución familiar.

Dejar de hacer compartimentos estancos (yo con mis hijas de mi ex esposa, yo con los hijos de mi actual, etc.) y funcionar como una única familia, que celebra unida fechas señaladas como el fin de año, o cualquier día del calendario. Combinar todos los ex no es tarea fácil, pero desde luego esta deviene más compleja cuando hay presencia de “otros” hijos, los hijos de mi actual, a los hijos con mi actual, además de mis hijos previos.

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Ellos: pareja, hogar y familia

La estabilidad emocional ocupa un lugar importante en los propósitos de algunos hombres (Lluís, David y Mimo) y en menor medida, y con muchos más matices, también para las mujeres (Eva, Paulina y Nor). Las personas que están en relaciones LAT (living appart together) se cuestionan y valorar la oportunidad o capacidad para dar el paso hacia una relación más vinculante. Lluís se propone dar un paso adelante y comprometerse más, “tirarse a la piscina”, construir un hogar común y convertirla en una relación de familia. Mimo, engarzado en una relación no estable, definitivamente quiere unir amor y sexo, porque el sexo sin amor no tiene ningún sentido. David, consciente de que la edad es un serio hándicap –pues no quiere jugar a la pelota con su hijo desde una silla de ruedas- quiere tener una relación de pareja con raíces y un hijo bien tenido.

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Ellas: ¿cómo vivir en pareja y no perderse?

Paulina, se pregunta seriamente “¿me podré permitir alguna vez tener una relación más vinculante y no perderme en esta relación?” Vive la contradicción de que le cuesta mucho decir no a su hombre, y cada vez que hace algo que no quería le odia; y la convicción de que no quiere dejar de hacer nada que sea importante para su evolución individual. A Eva, no le gusta estar sola, se plantear volver con su ex Marido, pero no sabe cómo lo harían. A Nor le gustaría que alguien la mimara, que le dijera cosas monas, pero verdaderamente ahora le interesa más conocer a los hombres como seres humanos que iniciar una nueva relación de pareja. Scarlett es el contrapunto a este discurso tan individualizador de la parte femenina. Ella ha tenido amantes, se ha casado, ha viajado, ha trabajado,… y su única asignatura pendiente es formar una familia grande y numerosa. Su hija ha crecido demasiado rápido, se queda sola y quiere llenar este vacío porque “tiene mucho amor, le sobra”.

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De la quinta pregunta:

¿Hombres y mujeres siguen caminos diferentes después de la ruptura ?

El tema es tratado con mucho respeto. En parte, la experiencia propia marca la visión del asunto. Hay quién lo tiene clarísimo hombres y mujeres somos diferentes: por naturaleza y por desarrollo personal. Otras personas no se habían planteado nunca esta cuestión. Habían oído que ellos se casan más rápidamente que ellas. Revisan rápidamente como les ha ido en su vida y a como le ha ido a su ex pareja. La experiencia muestra que el patrón de género no es tan evidente. Percepciones contradictorias. Tópicos irrefutables conviven con opiniones con muchos matices. Los intentos de generalización llevan la textura del ensayo. En el fondo hombres y mujeres no nos conocemos tanto. Nos inventamos mutuamente. El diálogo es imprescindible.

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Diferencias naturales, necesidades humanas

El binomio clásico entre lo femenino y lo masculino es evidente para algunos biógrafos y biógrafas. La naturaleza humana de hombres y mujeres es muy diferente. Es evidente a los ojos, se ve, se toca, somos diferentes y complementarios (Andreu). La naturaleza nos hace diferentes, ellos son cazadores, infieles por naturaleza, ante la adversidad se emborrachan; nosotras somos protectoras, emotivas, ante la adversidad lloramos (Gislan). Ellas emocionales, ellos prácticos (Tomi). Ellas sensibles tienen sensibilidad, los hombres no (Lluís).

Somos muy diferentes, pero de nuestra diferencia no se deduce necesariamente que después de la ruptura sigamos caminos distintos, hay muchos otros factores que intervienen. Es individual, no se puede generalizar (Gislan). No hay que hacer dogma de ello, depende de las circunstancias de la ruptura, estar con los hijos condiciona. (Bruce). Depende de la edad y del cuidado de los hijos (David).

Depende de lo que haces con lo que te pasa: La ruptura es un cambio, lo aprovechas para crecer o para volver a caer en los mimos errores (Cristina). Antes diría que ellos son más cobardes para afrontar la vida solos y que se buscan enseguida a alguien pero ahora creo que no es una cuestión de sexo, sino de personas, de lo que buscas en la vida: comodidad o un sentimiento auténtico (Eva).

En general la experiencia no avala un patrón de género muy claro de las trayectorias familiares después de la ruptura pero alcanzar la estabilidad emocional es una necesidad de todos (Joan). Todos buscamos estar con alguien, en eso somos totalmente iguales (Tomi). Somos muy diferentes, pero en este aspecto somos exactamente iguales, tenemos una evolución muy parecida, buscamos a alguien sin obsesión (Pol) ¿De todos y todas? Es posible, lo que pasa es que la vía para conseguirlo no pasa necesariamente por la constitución de una nueva pareja y familia.

Las madres que están con sus hijos parece que son más estables. Hemos visto en la sección anterior que para ellas (Maria, Eva, Nor) y también para ellos (Pedro, Bruce, Joan, Patrick, Joan Miquel, Mimo) una nueva vida en pareja no es la principal prioridad, hay otras cosas que importan más.

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Nueva pareja: Dependencia masculina y negociación femenina

Frente a la idea de que los hombres soportan peor la soledad solo hay una voz discordante.

Es Joan Miquel. En su opinión, tanto la soledad como el tema del sexo la llevan peor las mujeres.

Ellas afirman y argumentan que los hombres no soportan estar solos. (Eva, Nor, Paulina, Maria, Alejandra, Isadora). Aunque piense que depende de las personas, Eva cree que los hombres son más cobardes para enfrentar la vida solos, se buscan a alguien enseguida. Alejandra cree que los hombres se mueven mucho por el sexo y a los seis meses ya se han comprometido con alguien “Las relaciones que conozco de hombres que se han separado, pero es que no te sabría decir por qué…empiezan tonteando y a los seis meses ya están viviendo en las mismas casas que ellas. Yo creo que a la mujer nos gusta vivir más independientes, es mi caso. Yo creo que también el hombre depende más, es casi como tradición.

Yo veo a mi pareja actual, o a mi ex marido, que era mucho más independiente, pues acaban dependiendo mucho de sus madres; es como sentirse protegido por alguien. Una especie como de nido, o a lo mejor a las mujeres no nos importa tanto. O sea el nido es tuyo pero no necesitas a nadie más y ellos como que buscan a lo mejor un nido…a lo mejor se sienten más fracasados, no lo sé…” Son más dependientes que las mujeres. En palabras de Sol “Me dijeron “no sé por qué te preocupas tanto por él, mira cuanto ha tardado en encontrar a otra” y yo estoy convencida de que me quería mucho pero los hombres necesitan que les cuiden y les monten la intendencia, es prácticamente instantáneo. Van mucho más rápido los hombres que las mujeres en reconstruirse que las mujeres. Yo seguí dando vueltas durante más tiempo”.

Reforzando la misma argumentación, para Isadora los hombres solos no se adaptan, están inquietos, encuentra a una mujer más fácilmente. Sin embargo, las mujeres no quieren saber nada de los hombres, se quejan mucho de los hombres. ¿Por qué? “Los hombres tienen menos recursos. Yo los siento como más inexpertos y menos capacitados. Y después también, a veces, queremos a unos hombres y a otros no. Hombres que están muy bien no los sabemos valorar, porque buscamos a un tipo de macho dominante. En el caso de mi ex marido, por ejemplo, durante un tiempo ha tenido más o menos novias, y también, y eso es verdad, el no se ha tenido que esforzar prácticamente. Es como si de mujeres hay muchas más disponibles y más interesantes, el no ha tenido que buscar por Internet, a pesar de que hay muchos hombres. Yo tengo la sensación de que cualquier hombre decente puede encontrar a mil mujeres enseguida, decente en el sentido de que sea un poco trabajado. Esta es una de las cosas en las que encuentro que están mal, el tema del crecimiento personal…Yo busco a un hombre trabajado, porque si no me aburro. Si no puedo hablar de mis sentimientos, de lo que me pasa, de cómo vamos cambiando,… me aburro” (Isadora).

David estaría de acuerdo con ella: “Mira, no te lo sé decir ahora porque habría que pensar un rato, pero tengo esa impresión de que ellas han aprendido más, o sea, la intimidad es el mundo de la mujer, no del hombre,… el mundo afectivo es el mundo por excelencia femenino. Entonces, cuando hay una ruptura las mujeres manejan mejor ésto que los hombres, quiero decir, aunque estén heridas. Eso no lo discuto, ¿no? O sea, tengo la impresión de que los hombres repetimos más patrones, o sea, que vamos a buscar otra mujer que es fotocopia de la anterior, que muchas veces es fotocopia de la madre, ¿sabes? por la cosa edípica. Y en cambio las mujeres, me he fijado que no, que hay más variabilidad en el tipo de hombre con el que se pueden juntar otra vez,… lo cual, ya te digo, estoy pensando en voz alta, ¿eh?… que como las mujeres aprenden más de la ruptura y que no vuelva a caer, no quiero decir que sea cien por cien de lección aprendida, ¿eh?, pero que tiene más facilidad para no reproducir patrones, y en cambio los hombres sí.

Las mujeres dejan a la pareja porque no son felices; los hombres porque hay otra mujer” (Marta). Marta piensa que si no tienen ya otra mujer antes de la ruptura igualmente se casan enseguida. Las mujeres que no tienen hijos también, pero si tienen hijos les cuesta mucho. Este no es su caso, Marta cuando se divorció tenía dos hijos muy pequeños “Yo he tenido mucha suerte, mi madre dice que me ha tocado la lotería: tienes a San José de paisano”. Nor cree que los hombres repiten el mismo esquema o se buscan a una mujer más joven para continuar en este estadio de enamoramiento. Las mujeres son más maduras, más responsables, desarrollan su proyecto personal aunque tengan hijos, son más autosuficientes, y tienden a estar más solas. Paulina también cree que las trayectorias post divorcio dependen más de cuestiones personales, pero, “Para ellos es más importante tener pareja que la calidad de la pareja. Mi ex se emparejó enseguida, yo no me empareje hasta que me enamoré” (Paulina) “Yo tengo la impresión de que no hacen duelo de las relaciones, echan tierra encima. Luego, también el tópico de que conectan muchísimo menos con sus emociones y por tanto establecen relaciones de necesidad, no aman mucho, cuando dicen te quiero es como de memoria. Igual me equivoco, claro, es como hablar de otro, de una especie distinta.” Aquí Paulina tiene un aliado, David, que como ya he dicho más arriba está convencido de que los hombres y la mujeres somos tan diferentes que difícilmente podemos comprendernos, a lo sumo podemos aceptarnos mutuamente.

Según María, después de una ruptura los hombres se sienten desprotegidos: “quizás los jóvenes se comportan de otra manera, pero los de mi edad buscan una pareja enseguida, si es que no la tienen ya, quizás buscan una madre”. David le da la razón a María. Los hombres buscan una mujer parecida a la anterior, repiten esquemas, buscan una madre, porque después de una ruptura se quedan rotos, y sin afectos, en cambio las mujeres tienen a los hijos y aprenden mejor la lección. Joan añadiría que “los hombres se quedan desamparados, olvidan a los hijos de la primera unión, se vuelvan a casar y se consagran al trabajo, en cambio las mujeres además de los hijos, si se vuelven a casar ganan un segundo padre; en cambio ellos a veces en una segunda unión incluso se convierten en padrastros amargados” (según Joan). Al soportar mal la soledad, y el precipitarse en iniciar una nueva relación lleva a los hombres a negociar mal esta segunda relación, dice Eudald, ellas negocian mucho mejor. Tomi considera que el hombre es más práctico, mientras que la mujer al ser más emocional se adapta mejor a la nueva situación, y al mismo tiempo es mentalmente fría, más calculadora.

Opciones personales, oportunidades vitales y restricciones de género Júlia diría que es una cuestión de opciones y de oportunidades: “Yo no lo tengo claro, realmente que hombres necesiten más que las mujeres, yo pienso que todos somos personas con necesidades, y que cada uno las elabora y las digiere como puede y como sabe, ¿no?

Y que capacidad tenemos los hombres y las mujeres. Yo pienso que todos somos personitas que vamos haciendo con nuestras dificultades, los hombres y las mujeres… Entonces, quiero decir claro, es que “hombre, es que claro los tíos no saben estar solos y enseguida buscan pareja, pues no lo sé, habrá que si y habrá que no y habrá mujeres que también lo harán y habrá mujeres que no. Al final pienso que es una cuestión de opciones y cada uno debe elegir la suya, ¿no? Seas hombre o seas mujer, ¿no? Y después de posibilidades, ¿no? pero primero de opciones. Y pienso que por lo que sea no estamos educados para enfrentar la vida con una cierta conciencia ¿no? Al menos yo y mi generación, no sé a nuestros hijos que les pasará ¿no? Pero un poco esto de que uno nace en una familia y luego se casa y tiene hijos y para toda la vida, hasta que la muerte nos separe, yo por ejemplo me lo creía, ¿no? y no tenía ningún aprendizaje, no recibí la educación de que yo tenía que poner conciencia con las cosas y que cuando uno se va a vivir con la pareja, con una amiga o con quien sea tiene que hacer un aprendizaje de convivencia y que debe haber una negociación y llegar a unos acuerdos, no, “Porque que importa, ¿no? si nos amamos? “ Pues no, esto no funciona así. Si que has de amar al otro ¿eh? Tampoco estoy diciendo que una pareja tenga que ser una cuestión sólo de compromisos y negociaciones, ¿no? Yo pienso que si no hay amor y enamoramiento al principio mal asunto, pero sí que tiene que haber todo lo demás”.

David, en plena sintonía con la explicación demográfica convencional, argumenta que las menores oportunidades de las que gozan las mujeres proceden de la inmovilidad otorgada por el mandato de cuidar a los niños, pero incorpora un ingrediente adicional de sumo interés: emocionalmente al disfrutar de la compañía de los hijos están más equilibradas que los hombres.”Si hay hijos tengo la impresión de que las mujeres necesitan menos otra relación de pareja, porque el núcleo familiar ya está, porque los hijos suelen quedarse con la madre. Y por otra parte, tienen menos posibilidades de establecer otra relación de pareja porque existe el lastre de los hijos viviendo con la madre y la nueva pareja debe aceptar el paquete entero. Y si los hijos son pequeños, pues lo que pasa con los canguros ¿no? que si quiere tener ni que sea un amante, o alguien con quien tener un momentito afectivo y de intimidad, pues las mujeres lo tienen más negro porque tienen que cuidar al crío y entonces o tiene mucho dinero para poder pagar canguros un día y otro y ir tirando cables a ver si sale algún nuevo candidato al corazón, (ríe)… La situación es esta para las mujeres, tienen más estabilidad pero a la vez esta estabilidad es más inmovilizante. Para los hombres, siento que la ruptura es doble, porque pierden la pareja y pierden los hijos, y eso es muy doloroso para los hombres, ¿no? Tengo esa impresión, que los hombres primero se quedan doblemente heridos y huecos por un lado y por el otro tienen más movilidad o más facilidad para encontrar nuevas parejas y también porque la edad no cuenta tanto, ¿no? Un hombre puede tener 50 años y puede juntarse con una mujer de 30 o de 35 y al revés es más difícil por lo que sea. Y si no hay hijos, yo tengo la impresión de que las mujeres salen ganando mucho después, o sea que es menos doloroso para ellas,… […]

También depende de quién deje a quien, porque eso marca mucho el duelo. […] Y por otra parte como que a muchos hombres los hijos más bien les dan pánico, o sea les da miedo, no quieren saber nada de hijos. Pues con el paso del tiempo, lo que parecería que para las mujeres es un hándicap, o sea que va pasando el tiempo y cada vez es claro están más cerca de la edad de la menopausia, que no se pueden quedar embarazadas, que quizás en otras épocas históricas esto habría sido un argumento contrario a establecer nuevas parejas porque los hombres querían hijos, pero como hoy lo de los hijos está tan así y muchos hombres más bien no quieren oír hablar de hijos, pues no siento que sea en demasiados casos un hándicap no, para las mujeres”. (David).

Al final quedarse con los hijos no es un hándicap, es una fortaleza. Joan que tiene la custodia de su hija, tiene una actitud parecida a la de las mujeres respecto a los criterios para formar una nueva pareja: tiene que ser alguien que comparta la misma idea de servir a los demás, el gran proyecto de su vida, si o no merece la pena.

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CONCLUSIONES: EL NECESARIO DIÁLOGO ENTRE MUJERES Y HOMBRES

Desde la demografía hemos estudiado la complejidad de las trayectorias post-divorcio, a partir de encuestas biográficas, estimando la intensidad de las transiciones post divorcio hacia una nueva unión, y hacia nuevas paternidades y maternidades, y hemos elaborado un atlas que da cuenta de la diversidad de situaciones. En ciertos países, las trayectorias post divorcio no difieren tanto entre hombres y mujeres, pero en general los grandes números sí permiten confirmar, para muchos países (España, entre otros), que los hombres se casan más rápidamente y con mayor intensidad que las mujeres y se convierten de nuevo en padres antes que ellas; la interpretación de esta perspectiva es bastante simple: El hecho de que ellas tengan la custodia de los hijos les impide iniciar una nueva vida familiar. Pero a partir del estudio cualitativo, para un grupo que puede considerarse pionero del cambio social familiar en España, hemos visto que las decisiones post-divorcio son bastante más complejas: casarse de nuevo y tener hijos, no es precisamente la cuestión, ni para las mujeres ni para los hombres; otras consideraciones relativas a cómo vivir la sexualidad y la afectividad entran en juego en el post divorcio.

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Vida en pareja

En principio el objeto de estudio principal de esta investigación eran las trayectorias familiares después de la ruptura (nuevas relaciones de pareja y filiación), pero para dar sentido a las biografías de uniones y desuniones, la referencia a la historia de vida completa, a los puntos fuertes y débiles de la propia existencia, a aquellos acontecimientos que, como el divorcio, fueron nudos biográficos y marcaron períodos biográficos distintos, ha sido algo recurrente en nuestras entrevistas-monólogos, demostrando que lo que decía Courgeau acerca de la visión integral de las biografías no es solo un objetivo del investigador sino una necesidad de los biógrafos y biógrafas. En concreto, las referencias a la vida en pareja antes de la ruptura han sido frecuentes e inevitables. Así, las personas entrevistadas nos cuentan en qué medida, antes de la ruptura, se garantizaba (o no) la sexualidad satisfactoria, la calidad afectiva y el desarrollo de la propia identidad; tres dimensiones que actualmente pueden considerarse vitales en la vida de pareja, y que si hubiéramos querido investigar directamente con las personas que viven en unión, seguramente obtendríamos una imagen bastante más velada. Tal como decía Christine Delphy (1982), el divorcio nos muestra la auténtica naturaleza del matrimonio, o dicho en otras palabras, revela la caja negra que es el matrimonio (Cardoso, 1996).

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Hombres y mujeres pueden encarnar opciones parecidas después del divorcio, pero las posibilidades y las restricciones pueden divergir también por el peso del contrato de género imperante que marca derechos y obligaciones diferentes a cada género. Antes y después del divorcio nos relacionamos con los hijos de manera diferente. Para las mujeres cuidar de los hijos es una obligación, y realizarse profesionalmente el derecho que han conquistado. Para los hombres la profesión es una obligación, cuidar de sus hijos todavía no lo reclaman como un derecho pero tener una relación con ellos sí que es su principal asignatura pendiente, o sea que al menos a nivel de discurso, una nueva masculinidad está emergiendo.

Los hombres sienten que tienen que llevar las riendas de la relación, para crearla o para deshacerla. Viven muy mal que una mujer se quiera separar, que tome la iniciativa, y que no sea él quien inicie la ruptura. Les cuesta aceptar que su ex esposa ya no es suya, se creen en el derecho (u obligación) de intervenir en la gestión de su vida. Sin embargo, la presencia institucional de otra mujer en su vida –vía matrimonio– suele ir acompañada del fin del protectorado de la ex esposa. Para las mujeres su desarrollo personal es lo primero. Los hijos y su casa son algo sagrado, no tienen necesidad de mencionarlo, no van a faltar a esa obligación. Si tienen margen para pensar y negociar, no van a hipotecar su propia identidad para crear un nuevo hogar con alguien con quién no comparte la misma idea de casa. Se preguntan si es posible tener una relación de pareja vinculante y no perderse.

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Miradas cruzadas

Nuestro estudio nos ha permitido también contrastar lo que los hombres cuentan sobre su propia experiencia con lo que las mujeres perciben de ella, y viceversa, confrontar la experiencia narrada por las mujeres con la percepción que de ella tienen los hombres. De las miradas cruzadas, hemos aprendido más allá de los estereotipos que dictan que ellos se casan rápido y ellas se quedan ancladas cuidando a sus hijos, ellas los ven a ellos con muchos más matices y ellos a ellas también.

Ellas si piensan que ellos por pánico a la soledad se lanzan más rápidamente que ellas a vivir en unión, al margen de la calidad de esta relación, pero esta no es la única opción. Los hombres reconocen que el mundo afectivo es de las mujeres y que por tanto gestionan mejor la ruptura y la post ruptura porque se atreven a conocer sus emociones, mientras que los hombres, y además son los mismos hombres los que son más beligerantes con su género, siguen tomando el trabajo fuera de casa como religión y olvidan sus afectos, porque les duele tanto que no saben qué hacer con ellos.

Con esta investigación yo he aprendido mucho acerca de los hombres. En mi caso, quizás por el hecho de ser mujer, pero no sólo por eso, también porque en demografía de la familia se ha investigado menos acerca de las experiencias de los hombres después del divorcio, más allá de su rol como padres no residentes (Solsona et al., 2007). En este sentido, se nos fueron desmontando algunos supuestos respecto a los patrones de género, en el sentido que el proceso de ruptura es lento, arduo, y entraña sentimientos no únicamente de desamor sino también de culpabilidad y vulnerabilidad para ambos, hombres y mujeres, a la vez que confiere una mayor conciencia y fortaleza para redefinir la propia intimidad y afrontar nuevas relaciones amorosas.

Somos iguales y somos diferentes. El dialogo es imprescindible. Un diálogo que pueda ir más allá de los estereotipos. Un dialogo basado en las propias experiencias. Si un mejor conocimiento de las experiencias de hombres y mujeres, de sus percepciones y expectativas no nos lleva hasta la comprensión mutua, si nos ayudará a aceptarnos, a reconocernos, a respetarnos. Y el respeto es la base del amor.

En este sentido, las iniciativas de diálogo de la Associació Aula Món me parecen del todo acertadas.



Texto aportado por la autora y publicado originariamente.

*Centre d’Estudis Demogràfics, Universitat Autònoma de Barcelona.

Fuente: AHIGE.

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