Hoy se cumplen quince años del asesinato de Ana Orantes.
El 4 de diciembre de 1997, Ana Orantes se plantó delante de las cámaras de Canal Sur y contó los cuarenta años de maltrato que había soportado a manos de su marido, José Parejo. A los trece días, el 17 de diciembre, Ana fue asesinada. Aquella entrevista había incomodado a quienes la habían escuchado pero en realidad, nadie le había echado mucha cuenta, como dicen en el sur. Nadie hacía mucho caso a “esas historias de mujeres que algo habrán hecho”.
Nadie le había echado mucha cuenta… salvo él. El hombre que la había torturado durante 40 años no toleró su rebeldía. La roció con gasolina y la quemó a la puerta de casa. Y paradójicamente, esa hoguera de odio y de injusticia se transformó en un incendio que recorrió el país. Protestas, movilizaciones, denuncias, se fueron sucediendo. Fue un incendio que consiguió incluso sacudir de su letargo a los medios de comunicación, cómplices hasta entonces del silencio y del desdén hacia la violencia contra las mujeres. Por primera vez, toda la sociedad se sintió interpelada por un asesinato tan bárbaro como injusto, tan real como simbólico.
Ana Orantes ya no fue “una muerta más”, como titulaban hasta entonces los periódicos. Su asesinato conmocionó a la opinión pública y provocó una revolución legislativa que comenzó con la reforma del Código Penal y culminó con la aprobación por unanimidad, en diciembre de 2004, de la Ley Integral contra la violencia de género. Justo un mes antes de aprobarse la ley, José Parejo fallecía de un infarto en la prisión de Albolote donde cumplía 17 años de condena por asesinato.
Desde que Ana Orantes falleció, 1.035 mujeres han sido asesinadas en España. Ahora, 15 años después, estamos en riesgo de perder la memoria. La violencia de género no ha desaparecido. Todo lo contrario. Es un fenómeno imparable en plena expansión en todo el mundo. A pesar de las cifras, a pesar de los datos, a pesar de las modificaciones legales, a pesar de todo el trabajo realizado, se detecta una gran fatiga social para enfrentarse a ella. En España, los asesinatos se mantienen, las denuncias y condenas disminuyen y aumentan los sobreseimientos y el número de órdenes de protección rechazadas.
Hace mucho tiempo que daba vueltas a la idea de escribir unas líneas en homenaje a esta mujer valiente. He pensado que ahora, quince años después, era el momento adecuado. Por eso he escrito La voz ignorada. Ana Orantes y el fin de la impunidad. Este libro nace del deseo de no olvidar. Del deseo de homenajear a una mujer que perdió su vida por la verdad y que gracias a su valentía consiguió sacudir un país, modificar sus leyes, romper el silencio y sacar lo que hasta entonces era una cuestión privada al debate público y a la agenda política.
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