Gloria Bonder: Hay que convertirse en prosumidoras, productoras y consumidoras alertas y creativas de las TICs

Esta psicóloga argentina, experta en Género y Sociedad, que ha desarrollado numerosas investigaciones en temas de género ciencia, tecnología, y educación, participará en el Congreso Internacional para el impulso de políticas de igualdad de mujeres y hombres organizado por Emakunde que se celebrará entre el 17 y el 19 de octubre en Bilbao. Coordinadora de la Cátedra Regional UNESCO Mujer, Ciencia y Tecnología en América Latina, es miembro del Consejo Asesor de Alianza Global para las Tecnologías de la Información y Comunicación y el Desarrollo de Naciones Unidas. En esta entrevista analiza los retos de las mujeres en los entornos digitales, donde se juegan procesos y mecanismos de poder.

– Las mujeres nos vamos incorporando más tarde que los hombres a las TICs. A su juicio, ¿cuáles son los factores que influyen en que en este espacio en el que se gestiona el saber-poder siga existiendo la brecha de género?

Todas las regiones del planeta están afectadas por la difusión de estas tecnologías que van incidiendo en la educación, el comercio, la comunicación, la política, la atención de la salud hasta la modalidad en la que se produce conocimiento científico, la innovación económica y social. Pero no todos los países y sectores sociales están en las mismas condiciones para acceder a las TIC. Las diferencias, o mejor dicho las desigualdades, se evidencian cuando nos focalizamos en el tipo de equipamiento y conectividad al que pueden acceder, las competencias tecnológicas, educativas y culturales que disponen las personas, las modalidades (básicas o avanzadas) y las finalidades con las que las utilizan, el tiempo que le dedican, los efectos que tienen en su vida social, laboral, en su conciencia ciudadana, entre otros múltiples aspectos.

Ya no se habla de una brecha digital, sino de brechas digitales en plural, y esto afecta también a las brechas digitales de género. Las diferencias entre el colectivo de varones y de mujeres respecto al acceso a las TIC se está cerrando en la mayoría de los países, en gran parte por efecto de la expansión vertiginosa del mercado de las tecnologías y los costos más reducidos de los equipos, así como también por las políticas de promoción destinadas al sector educativo (como la entrega gratuita de computadoras), la proliferación de puntos de acceso comerciales como telecentros o internet cafés, y por fin, la llamada revolución de los celulares de nueva generación cuyo uso se difunde aceleradamente.

En este último aspecto, la información disponible demuestra que en Latinoamérica y el Caribe la brecha de género en el uso de celulares es de un 1%. En esta misma región, 168 millones de mujeres y 165 millones de varones poseen este dispositivo. Entre estudiantes de 21 a 27 años de zonas urbanas, el 90% tiene celular y el 51% lo paga con ingresos propios. Entre profesionales de 21 a 49 años, en zonas urbanas, el 97% tiene celular, el 98% lo paga con ingresos propios y les interesa más la cobertura que ofrece el servicio de telefonía que el costo del mismo. Dos tercios dicen que lo usaron para encontrar oportunidades de empleo.

Estos datos indican que para caracterizar el panorama actual es preciso hacer distinciones no sólo entre ambos géneros sino atendiendo a la situación socioeconómica, lugar de residencia, capital educativo y cultural, edad y otros condicionantes que se articulan de manera singular con las atribuciones y expectativas de género.

– ¿El acercamiento y el uso de Internet es el mismo en mujeres y hombres?

Si bien muchos estudios demuestran diferencias en cuanto al tipo de usos de Internet que priorizan mujeres y varones (ellas tienden hacia la educación, salud, comunicación; ellos deporte, música, entretenimiento), análisis más finos van indicando que ellas, y en especial las más jóvenes, están rompiendo estereotipos y se interesan por explorar en Internet sitios “tradicionalmente” masculinos, como los dedicados a actividades lúdicas, comerciales, eróticas, deportivas. Dominan en las redes sociales y avanzan muy rápidamente en la creación de blogs. No se observa un fenómeno similar en los varones que parecen más atados o conservadores en cuanto a los intereses y prácticas tecnológicas previsibles para su género.

¿Y qué ocurre en el terreno de la creación de tecnología, contenidos o nivel de decisión en empresas y políticas relacionadas con las TIC?

Los grandes desafíos de hoy consisten en transformar el imaginario social sobre los/as creadores/as de tecnología (las habilidades que supuestamente los caracterizarían), recuperar y hacer visibles a las mujeres que a lo largo de la historia han producido invenciones tecnológicas, mostrar las trayectorias laborales de las que se desempeñan en este sector, renovar profundamente los contenidos y las estrategias pedagógicas de las asignaturas y carreras asociadas a este campo, para atraer a las mujeres y también a varones que rechazan el estereotipo del nerd y no perciben la vinculación entre las TIC y el desarrollo social, económico y la creación cultural. En otros términos, desmontar la representación herramentaria, y de ahí su asociación con lo masculino, para reconocerlos como potentes y dinámicos entornos socio-culturales y económicos y estimular y evaluar políticas empresariales y públicas que recojan estos retos y canalicen soluciones.

Es cierto que, como ha ocurrido en otros campos, la demanda fundamental e ineludible que formula el feminismo sigue siendo la vigencia de la igualdad de derechos y de oportunidades para mujeres y varones como vía para la inclusión y participación. De ahí que siga siendo importante bregar porque ellas estén representadas entre las estudiantes y profesionales en este sector, entre las creadoras, inventoras, en las instancias de decisión de empresas de tecnología y de políticas tecnológicas. Sin embargo, los aprendizajes que ya hemos adquirido en terrenos como la política, la ciencia, la producción, nos deben alertar sobre la necesidad de concebir estrategias de cambio que no caigan en un espejismo de igualdad o paridad numérica sin advertir que en los entornos digitales se juegan procesos y mecanismos de poder tanto explícitos como implícitos y una creciente y penetrante mercantilización de estos entornos en los que transcurre buena parte de nuestra vida cotidiana.

– Usted alertó en el congreso Sare de Emakunde celebrado en San Sebastián en 2008 que la innovación no es inocua, ni en sus modos de encararla ni en sus efectos.

Innovar es hoy en día una palabra llave en las más diversas agendas, desde lo económico, lo político y lo personal. Aunque no tenga un significado unívoco, el discurso sobre la innovación la ofrece como una promesa de obtención de satisfacciones, lo cual legitima su atractivo, contraponiéndola en general al pasado connotado negativamente. Una cultura del desecho junto con una fuga hacia adelante en la búsqueda de satisfacción de los deseos parece caracterizar esta etapa.

Y esto está obviamente promovido por una industria que compite ferozmente por el mercado acelerando los tiempos de producción de novedades que marcan status pero también por discursos políticos o culturales que acusan al pasado de los males del presente y siembran esperanza en un futuro venturoso.

Lo anterior no significa negar la potencia creativa, la capacidad de búsqueda y los ensayos de alternativas que permitan un mejor vivir, pero eso sí, hay que evitar reificarlas denostando con ligereza ideas, saberes o prácticas fecundas de las que todavía queda mucho por aprender y por utilizar.

– ¿Cómo se pueden servir las mujeres de la tecnología para transformar la sociedad patriarcal dominante?

Las TIC tienen el potencial de convertirse en recursos poderosos para el crecimiento personal y colectivo de las mujeres, y por ende, de valorización de sus aportes al desarrollo de sus sociedades. Pero las tecnologías por sí mismas no producen el cambio en un sentido emancipador y transformador; son recursos de los cuales es necesario apropiarse, y con este término queremos decir asignarle sentido, direccionalidad, valor, percibir sus capacidades y también sus límites y estar advertidas de sus sesgos y sus riesgos.

En suma, convertirse en “prosumidoras” (productoras y consumidoras) alertas, analíticas, creativas, conscientes de que sus derechos deben ser respetados en estos espacios y dispuestas a explotarlas al máximo para dinamizar estrategias de empoderamiento personal y colectivo. Ello se plasma ya en muchas iniciativas en muchos países, lo cual está demostrando que al menos un número importante de mujeres posicionadas con estas capacidades crean y desarrollan emprendimientos productivos, estudian, se informan y gestionan mejor temas de salud, económicos, participan en debates, organizan campañas, establecen solidaridades, difunden sus ideas y creaciones artísticas, arman redes.

Es un camino que necesita acoger a más mujeres de distintos sectores sociales, grupos étnicos, edades, y esto demanda acciones que van mucho más allá que el uso de un ordenador y la navegación por Internet.

El reto es mantener a la vez el entusiasmo y el asombro y muchas veces la alegría del encuentro, de la grupalidad que estos entornos producen, junto con la sospecha en los “espejitos de colores” que la velocidad de los contactos y su aparente falta de límites puede hacernos creer.

Fuente: Revista Emakunde

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