¿Las políticas de igualdad existen?, ¿son necesarias las políticas de igualdad?,…
Cuando nos planteamos preguntas relacionadas con las políticas de igualdad enseguida sale a relucir todo lo que hemos avanzado, en una primera aproximación se podría decir que sí, que efectivamente se ha avanzado mucho desde aquel año en que las mujeres podían acabar en prisión por adulteras o Cristina Almeida necesitaba un poder notarial de su esposo para interponer una denuncia. Pero a una lectora feminista con su correspondiente visión crítica de la teoría y de la realidad, inclusive con una visión critica de la critica, se le encienden todas las alarmas cuando lee o escucha:”De los discursos a las prácticas”, de repente la mente se te retrotrae a las clases de la Facultad de Derecho, a las asignatura de “Ideas y Formas Políticas Contemporáneas”. Donde aprendimos que una cosa es lo que nos planteamos y planificamos y otra muy distinta es llevarlo a la práctica primero y conseguir que sea efectivo después. Este es el problema fundamental de todas las teorías y, por qué no, también de la teoría feminista. Además para más inri la teoría feminista se encuentra con la experiencia de vida, las percepciones (más o menos acertadas o reales) que tenemos de nosotras mismas, con el dolor existencial, con las experiencias grupales, con los grupos de conciencia feminista, con las asociaciones de mujeres, en definitiva, con la práctica diaria no necesariamente institucional, pero que en ocasiones consigue introducir de manera intensa y directa un tema en la agenda política. Por ejemplo, todas recordamos como el movimiento feminista se puso de acuerdo (cosa que no es fácil, pero tampoco tiene porque serlo) a nivel estatal para que una Ley Integral contra la Violencia de Género saliera adelante. Fue duro, pero también maravilloso, se consiguió y, ¿ahora qué?:…
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